El huésped insoportable

La historia del australiano Julian Assange es una novela compleja, larga y, a momentos, sórdida. Se trata de un personaje singular, con alto coeficiente intelectual pero con escasa capacidad de relaciones sociales. Nacido en 1971, pasó su infancia en un campamento hippie a donde le había llevado su madre después de abandonar el hogar. No volvió a ver a su padre hasta 20 años después y lleva el apellido de la segunda pareja de su madre de quien se separó también para unirse a un músico, miembro de una secta. Huyendo de los maltratos del músico se mudaron de un sitio a otro, más de 30 veces.

De esos primeros años le quedó, seguramente, el talante nómada y antisistema. Frecuentó más de 30 escuelas y seis universidades pero no se tituló. Se hizo experto en computación y fundó una empresa de servicios de seguridad electrónica pero mantuvo siempre una vida desordenada con descuido incluso de su aseo personal.

Se hizo famoso cuando fundó Wikileaks y empezó a luchar contra el secretismo de los gobiernos. Se fue convirtiendo en el héroe de la transparencia, el que ponía los cueros de los poderosos a la luz del sol. Su momento más glorioso fue cuando publicó los cables enviados a las embajadas de Estados Unidos, papeles robados por el soldado Bradley Manning, ahora Chelsie Manning. Otro capítulo importante de Wikileaks fue la publicación de los correos de la campaña de Hilary Clinton, en cooperación con los servicios de inteligencia de Rusia.

Fue capturado en Londres por requerimiento de Suecia para que responda por acusaciones de violación en ese país. Estuvo más de un año bajo arresto domiciliario pero siempre con el temor de una extradición a Estados Unidos, donde creía que podía ser condenado a muerte por espionaje.

En el 2012 huyó de las autoridades judiciales británicas y se refugió en la embajada del Ecuador. Siete años de encierro en un pequeño espacio, compartido con las oficinas de la embajada, deterioraron su salud física y, aparentemente, también el equilibrio mental convirtiéndolo en un huésped insoportable. Después de varias advertencias por violaciones a las condiciones del asilo, fue entregado a la policía británica.

La novela de Assange escribirá todavía muchos capítulos y dividirá las opiniones entre quienes le consideran un pirata cibernético y los que le elevan a la categoría de luchador por las libertades. El gobierno ecuatoriano asegura que tiene la garantía del gobierno británico de que no le entregará a un país donde haya pena de muerte.

Mientras la suerte de Assange se juega en otros países, a nosotros nos corresponde transparentar el papel que cumplió el nuestro. Este mismo gobierno que le concedió la ciudadanía ecuatoriana, dice ahora que fue una decisión llena de irregularidades. ¿Quiénes lo hicieron y por qué? ¿Quién asumirá las responsabilidades? ¿Quién espiaba a quién en la trama de mutuas inculpaciones? ¿Cuándo entregarán la información de los ciudadanos rusos y las actividades que desarrollaban? Merecemos la verdad.

Suplementos digitales