Cuando enviaron drogas a Italia en la valija diplomática, parecía imposible que escaparan los traficantes metidos en la Cancillería porque había varios detenidos en Italia. Pero ellos eran badulaques que hacían el trabajo sucio para corruptos de alto rango. En Ecuador nunca pasó nada. Todo terminó con una célebre caricatura en la que vivarachos ecuatorianos decían: “nosotros ya tenemos los inocentes, que Italia busque a los culpables”. Uno de tantos episodios que han quedado en la impunidad.
En nuestro país hay un desfile de inocentes de inicio a final de los gobiernos porque todo el tiempo hay actos de corrupción. Pese a la penuria económica en que vivimos, los ciudadanos seguimos pagando funcionarios, policías, fiscales, jueces, organismos de control y comisiones anticorrupción y, sin embargo, las denuncias que se hacen públicas casi siempre provienen de la prensa, de ciudadanos honrados o de empresas que han perdido los concursos de ofertas. Los pocos casos que han llegado a juicio y los poquísimos que han avanzado hasta la sentencia han sido por venganza política, por interés electoral o por clamor ciudadano.
El pueblo sabe que los casos comienzan con gran escándalo, se dilatan con mucha paciencia, se diluyen y terminan sin que nadie se de cuenta. Sería mucha torpeza y tozudez seguir creyendo en la lucha anticorrupción. Los casos no dan sino para una nota de crónica roja.
Los últimos escándalos estaban envueltos en nieblas desde el inicio porque los operativos de la llamada “fuerza de tarea”empezaron en Quito con el allanamiento a una casa equivocada; y en Guayaquil con gran aparato para encontrar un arma sin permiso. También se llevaron cajas con insumos médicos, pero no llegaron hasta el juzgado. La Fiscal dijo que las cajas eran parte de otro caso.
La Fiscalía culpó a los jueces y advirtió que no es posible continuar con estos resultados; la lucha contra la corrupción no es firme, añadió. Eso se ha dicho siempre. Cuando hay escándalos de corrupción hay que mirar a otro lado para averiguar qué tratan de ocultar. Ahora mismo hay un elefante paseando por la vidriería y nadie habla del elefante sino de los vidrios rotos. León Roldós, de quien es imposible dudar, ha revelado de un crédito de 500 millones obtenido poniendo en manos del prestamista 1 250 millones en papeles con los cuales podía quedarse si el Gobierno no pagaba a tiempo el préstamo. Mientras tanto se ocupan de calcular el precio del arroz, el azúcar y atunes en los kits humanitarios.
La Fiscal General no puede librar sola una guerra contra la corrupción. Si no participa en la lucha todo el sistema no habrá resultados. La “fuerza de tarea” debería ser de tres sectores juntos: la ciudadanía, el empresariado y el Estado. Rechazo ciudadano a los corruptos, cero comisiones a los funcionarios y cárcel para los ladrones.