En un día como hoy, si todo discurriera normalmente, celebraríamos la colecta de Munera, a favor de Caritas, a favor de los pobres. Las circunstancias no lo permiten, tendrá que ser otro día. Cualquier día es bueno para la solidaridad.
Como no hay mal que por bien no venga, estos días se vuelven propicios para aguzar el oído y escuchar el clamor de un mundo maltratado por nosotros mismos. En estos días mucha gente ha ponderado el descanso del que goza la naturaleza. Hasta las aguas de Venecia se han vuelto cristalinas… Pero, en sentido inverso, nos hemos dado cuenta del desgaste que el planeta ha venido sufriendo. Y no sólo el planeta, sino las personas que habitan en él. Sin las personas el planeta se vuelve una masa inerte. La realidad tiene valor cuando hay un hombre que la contempla. Hay que cuidar la Casa Común, repite el Papa Francisco una y otra vez, hay que cuidar al hombre.
En medio de nuestros destrozos claman y gritan los pobres. A la luz del coronavirus, el griterío de Guayaquil y del Ecuador entero, quizá no haya hecho más que empezar. Nos esperan tiempos duros, antes, durante y después de la pandemia. Y la necesidad de la gente (el hambrevirus que en estos tiempos se vuelve más evidente) tendría que taladrar nuestro tímpano moral. La pandemia deja en evidencia lo que somos: un pueblo frágil, necesitado de justicia, equidad y solidaridad.
No esperen a que la Iglesia vuelva con la cantaleta de Munera. Sin duda que volverá, porque los proyectos de Caritas son todos urgentes e infinitos. Respondan ahora al grito de los pobres, de los contaminados, de sus familias, de los que no tienen pan, ni techo, ni medicina, ni tumba donde colocar al muertito. En este momento el Estado, el personal de salud, los hospitales, los servicios sociales, las familias, los pobres, necesitan de nuestra ayuda emergente. Nunca me he avergonzado de pedir. Ya mi tía Tálida, adelantándose a mi vocación de pedigüeño, solía decir: “Este niño pide más que un fraile”. Pues toca hacerlo y se hace. El mérito no es pedir, sino dar. ¡Cuánta gente buena, entrañablemente buena, me ha acompañado por el camino de la solidaridad! Ahora es el momento de ejercerla, de poner a disposición bienes y talentos. Puede que mañana sea demasiado tarde. Ahora, es ahora.
Más de uno expresa la preocupación de que este año no se celebre la Semana Santa. Pensar así es un dislate, una equivocación. Será una Semana Santa diferente. No habrá tiempo ni posibilidad de ir a la procesión o la playa, pero será el tiempo precioso de llevar a Jesús en el corazón y de hacer algo bueno por los demás, por este bendito país, siempre necesitado de nuestra entrega. Abran bien los oídos: Si escuchan el grito de los pobres escucharán la voz de Dios. Y será la mejor manera de alimentar la esperanza de nuestro pueblo.