En el horizonte del bien común
El pasado domingo escribí sobre la dignidad de la persona, algo que un candidato político tendría que interiorizar y meter no sólo en la conciencia sino también en el corazón. Pero, con la misma fuerza, un presidenciable tendría que meter dentro, hasta el tuétano, la búsqueda del bien común. De la dignidad y radical igualdad de todas las personas nace el principio del bien común que afecta a todos los aspectos de la vida, si realmente queremos que la vida tenga sentido. Si la calidad de la vida no es cosa de todos, ¿será posible un Ecuador unido y en paz?
El bien común no consiste en una simple suma de bienes particulares; es algo que afecta a todo el cuerpo social, de aquí el valor de la unidad, de la comunidad y de la organización social. No es posible tener un proyecto de país en el que prevalezca la exclusión, la abundancia de unos (pocos) y la carencia de otros (muchos). Nadie comparte para crecer en solitario, para medrar a costa de los demás, sino para que los conciudadanos, todos, crezcan como personas libres, dignas y felices.
Hablar del bien común es relativamente fácil, todos hemos aprendido a poner cara de benefactores, pero consentir que el bien de todos toque mis intereses personales, es harina de otro costal. Cuando hablamos del bien común no podemos dejar de lado los derechos humanos fundamentales (la defensa de la vida, la libertad, la justicia, la equidad, la correcta organización e independencia de los poderes del Estado, la administración de la justicia conforme a derecho, la salvaguardia del medio ambiente) y tantos hilos con los que se teje una convivencia armónica y en paz).
Hoy estamos inmersos en una pandemia que nos ha complicado la vida de forma planetaria y local. Tanto infectado y tanto fallecido, tanto desempleo y precariedad, es una auténtica tragedia, que ha dejado en evidencia los males de un país maltratado por el hombre desde antiguo. ¿Se dan cuenta del valor que tiene el poder disponer de un sistema de salud universal y eficiente? Ténganlo en cuenta los candidatos: nos sobran discursos y nos faltan camas UCI, respiradores, medicinas y vacunas, profesionales de la salud y gente cualificada y bien pagada, con estabilidad laboral y reconocimiento social. Si los discursos no aterrizan en la realidad cotidiana sólo son música celestial.
El bien común no es sólo una responsabilidad del Estado benefactor (menos aún del Estado autocrático), sino que es un deber de todos los miembros de la sociedad, pequeños y grandes. Y, sin embargo, es un bien arduo de alcanzar porque exige la búsqueda del bien de los demás como si fuese el propio bien. Díganselo a los que traficaron con las medicinas y con la salud del pueblo… Les mirarán a ustedes y a mí con harta lástima, dirán que somos tontos de capirote, ingenuos y adolescentes. ¿Y qué? Lo que ellos, los malos de esta película digan nos trae al pairo.