La resurrección de Glas

Hasta el pasado lunes, la candidatura de Jorge Glas se había caído. Al menos si nos atenemos a la información que circuló profusamente en redes sociales, mucha de la cual se filtró desde el interior del propio Gobierno. El escándalo en Petroecuador, así como los anuncios del diario La Estrella de Panamá de publicar un comprometedor informe, configuraban un escenario totalmente adverso –y en apariencia irreversible– para la estrategia electoral oficialista.

En efecto, el caso de la repotenciación de la refinería de Esmeraldas se parece a una bola de nieve escondida en el desván. Apenas la echaron a rodar evidenció una impresionante acumulación de irregularidades que echan sombras sobre la imagen del actual Vicepresidente de la República. No solo eso: las evidencias que aparecen a día seguido, como resultado de las investigaciones, constituyen una espada de Damocles que pende sobre la cabeza del binomio verde-flex.

¿Qué motivó al buró político de Alianza País a recular en la intención de reemplazar a Glas en la papeleta electoral? Probablemente una simple ecuación: hacerlo implicaba admitir que las sospechas de corrupción en su contra tienen fundamento. Con lo cual no solo torpedeaban la candidatura de Moreno, sino el proyecto político en su conjunto. Además, si los conflictos, indecisiones y postergaciones de los últimos días ya les habían pasado una costosa factura, aplicar un cambio de última hora, y tan dramático, habría sido calamitoso.

Los correístas han decidido aportarle todo a la arbitrariedad; expandir el capricho hasta donde sea posible someter la voluntad de los demás. Quieren imponer a troche y moche una candidatura desgastada y en grave riesgo de inmovilidad ética. Que, por lo demás, no camina sobre ruedas, sino sobre una bomba de tiempo. Quizás calculan que desde una posición de hegemonía mediática podrán contrarrestar cualquier denuncia o prueba que aparezca, por más contundente que sea.

La orden de prisión en contra de Fernando Villavicencio y Kléver Jiménez apunta en ese sentido. Pero matar al mensajero dejó de ser una medida eficaz desde que los canales de comunicación social se multiplicaron al infinito. Sobre todo, mientras existan canales ubicados fuera de toda posibilidad de control y censura gubernamentales.

Si los estrategas de campaña de Alianza País se tomaran la molestia de leer La Divina Comedia se percatarían de que la distancia entre el cielo y el infierno es corta. Dante la recorrió a pie. Eso significa que entre la gloria del triunfo electoral y el tormento de la derrota media un instante fugaz (si no lo creen, pregúntenle a la señora Clinton). Una simple decisión, como revivir una fórmula electoral moralmente cuestionada, puede marcar esta diferencia.

Jorge Glas resucitó. Nadie sabe en dónde.

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