En 1948 se abrió en Quito la “Primera Exposición de Artes Manuales y Plásticas Indígenas e Indigenistas”. Preparada dos años atrás y acompañada de un pequeño catálogo del mismo nombre, el acto sorprende por hacer esta nítida distinción entre lo indígena y el indigenismo. Unas pocas aclaraciones para comprender la importancia de ello. Sus organizadores fueron la líder indígena Dolores Cacuango, entonces secretaria general de la Federación Ecuatoriana de Indios (F.E.I.) y Diógenes Páredes, pintor indigenista, presidente de la Comisión de Concursos de la Federación. Ambos estaban adscritos al partido comunista.
Había el contexto para que esto se diera: en esta década del 40 se había celebrado el primer Congreso Indigenista en el país; se creó el Instituto Indigenista Ecuatoriano liderado por Pío Jaramillo Alvarado; la F.E.I. estaba en plena acción. Las movilizaciones indígenas de entonces y de las décadas anteriores se hacían sentir fuertemente. La “cuestión indígena” – y como integrar al indígena en la construcción de la nación moderna- había sido discutida por políticos mestizos conservadores, liberales o comunistas desde la década de 1920. Sin embargo, la situación real de los indígenas había cambiado poco; las verdaderas transformaciones se revelarían con las tomas de Quito en la década de 1990 y el papel que jugaron en el derrocamiento presidencial.
Estas empoderadas voces indígenas, activas en los 40, se vieron nuevamente silenciadas o solapadas desde el mismo Estado ecuatoriano. La creación de la Casa de la Cultura a través del adscrito Instituto Ecuatoriano de Antropología y Geografía -dirigido por el cartógrafo holandés Jan Schreuder, contratado por la Shell- borró el término de “arte indígena” y lo convirtió en “arte manual”, en lo artesanal. En un arte de segunda. Se hicieron varias exposiciones de este tipo. Poco a poco esta “artesanía indígena” se fue folklorizando para servir otros intereses que poco o nada tenían que ver con las comunidades indígenas que daban sin recibir. La política asistencialista trazada por los años 60 hizo lo propio. Para muestra un botón. El primer catálogo de las ahora denominadas “artes populares” fue financiada en 1965 por la estadounidense Alianza Para el Progreso, según datos de la historiadora Malena Bedoya.
Dónde voy con todo esto. Precisamente para señalar el núcleo del debate de la exposición en el Centro Cultural Metropolitano y el Museo de la Ciudad denominada “[des]Marcados. Indigenismos. Arte y política 1917-2017” que se abriera hace pocos días. Una exposición que intenta hacer una distinción entre el ventriloquismo de mestizos hablando por el “otro” (los indigenistas) y los indígenas luchando por su propia voz y posicionamiento político. Un lugar inédito desde donde reflexionar…
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