¿Será posible una revisión técnica, social, económica y política de medidas del Gobierno, unas tomadas y otras enunciadas?
Es repetitiva la frase de que una de las mejores formas de gobernar es saber y tener el coraje de rectificar; sí, coraje, porque a veces más pesa la actitud de suponer que rectificar es admitir errores.
Entremos a las materias de la seguridad social. ¿Hay los estudios actuariales, no solo los flujos de caja, que solo hacen relación a la liquidez disponible, que ameriten la afirmación del Gobierno de que el IESS tiene superávit -exceso de ingresos sobre gastos-, por lo que debe eliminarse su aporte del 40% para pensiones jubilares y, además, retirarse el financiamiento al IESS para enfermedades de alta complejidad y catastróficas ?
El Gobierno señala como evidencia del superávit la elevada inversión que tiene el IESS en papeles del Estado, con lo que la liquidez se la pasa al Estado.
Pero, ese “superávit de liquidez” debe pasar dos filtros de análisis:
El primero, la eficiencia -o la ineficiencia o el incumplimiento de obligaciones- por parte del IESS. ¿Y quiénes manejan al IESS?, en teoría debe haber una cogestión del Gobierno, los trabajadores y los empleadores, pero en la práctica, en los últimos ocho años, los representantes de los dos últimos sectores mencionados nunca han sido una traba insalvable para el Gobierno, por lo que el IESS siempre ha respondido a la voluntad gubernamental expresada por su Delegado y Presidente. El Biess ha hecho cosas interesantes, sobre todo en financiamiento de la vivienda. El IESS ha profundizado ineficiencias sobre todo en las prestaciones de salud. La derivación a unidades médicas privadas, que a veces sataniza el Presidente, con errores e irregularidades que pueden haberse cometido, de alguna manera le salva el rostro al área médica del IESS.
¿Es ético que los afiliados al IESS sean castigados por las ineficiencias de los cuadros que el actual Gobierno designó en el IESS?
El segundo, los cálculos actuariales de lo que el IESS va a requerir para financiar las jubilaciones y las prestaciones por lo menos hasta el 2030. De haberlos que los exhiban. La conducta no puede ser “nos llevamos toda la liquidez, porque no saben cómo gastarla”.
Como que la política de seguridad social se estaría definiendo con la frase del novio que le dice a su futuro suegro, ante la pregunta ¿de qué van a vivir?: “Dios proveerá”.
¿Habrá esperanza de que no se lleven el 40% del financiamiento obligatorio de las jubilaciones?, ¿o de que no se le prive a los enfermos de cáncer, cardíacos y otros de enfermedad terminal de asistencia médica en el IESS?
¿Esperaremos que Dios provea?, pero además que ojalá perdone los crímenes que signifiquen desamparar a quienes van a ser perjudicados.
León Roldós Aguilera / lroldos@elcomercio.org