A riesgo de un inesperado epílogo de la nueva asonada contra el régimen de Nicolás Maduro, caben varias reflexiones.
Por ahora la revuelta popular en Venezuela vuelve a dejar ya cerca de tres centenas de detenidos, incontables heridos y hasta la muerte de una mujer joven. Triste sacrificio en la larga lucha por la libertad.
Pero la gente se divide y hay miles de personas que por convicción o por presión apoyan a Maduro. Y lo hacen aun cuando su legitimidad se halle hundida por las sospechas de fraude; por la escasez y la hiperinflación y por la inoperante gestión gubernamental.
Caben algunas lecturas internas y externas. Una primera es que los chavistas ya no lo controlan todo. La prueba es que Leopoldo López, uno de los presos políticos más simbólicos, pudo salir de su arresto domiciliario, mostrarse en las calles junto al Presidente Interino, Juan Guaidó y luego moverse entre dos embajadas para buscar protección humanitaria.
Paralelamente las huestes chavistas en un arrebato de arrogancia y abuso colosal, profanaron la casa de López y voltearon patas arriba hasta los juguetes de sus hijos. Una fanfarronada para intimidar a quienes osen levantar la voz contra la tiranía.
La libertad precaria de López es un símbolo. Maduro no controla todo. Ni aun a sus serviles aparatos de seguridad y represión.
De la percepción sobre la asonada popular quedan algunos elementos: el movimiento no tuvo la fuerza suficiente para derrocar al Régimen; sin embargo muestra sus costuras y lo debilita todavía más. No se trató de un golpe de Estado, ya que Maduro controla aún altos mandos de la fuerza militar y los rebeldes no mostraron todavía mayor capacidad operativa. Pero queda un resquebrajamiento mayor a aquel del primer trimestre del año.
El largo silencio de Maduro fue un signo evidente de inseguridad. Su aparición, un desesperado intento de mostrar que ‘todo está bajo control’.
La tranquilidad del discurso y las entrevistas de Juan Guaidó muestran la convicción de su lucha, pero el camino puede ser largo y lleno de espinas.
La táctica de salir a las calles, que fue el método de Leopoldo López y que le supuso su prisión y un largo desgaste a las fuerzas populares opuestas al Régimen exhibe una fase más aguda y que debiera ser dosificada y responder a alguna táctica inteligente. La guerra popular prolongada, por la que se decantó, por ejemplo, una parte de la oposición sandinista contra la dictadura de Somoza tiene sus ritmos y no siempre inmediatos resultados.
En el escenario externo cabe cautela ante la ‘guerra’ de declaraciones que llegan desde Estados Unidos. No sabemos si será verdad que la cúpula chavista está penetrada, si Maduro se quiso escapar o si todo es un juego de palabras de la geopolítica. 60 países apoyan a Guaidó pero Maduro tiene sus bazas: Rusia, Turquía, China o Cuba. Ese ajedrez luce complejo de definir.