La salida del pirata informático Julian Assange de la sede de la embajada del Ecuador en Londres no fue, precisamente, por la puerta grande.
Este 11 de abril a las 9:00, hora en punto de un puntual país como Reino Unido, Assange vio el final de su largo asilo, uno de los más largos de la historia.
En la madrugada ecuatoriana llegaban, pocos minutos después, los anuncios oficiales. Julian Assange estaba fuera de la embajada. Era un hecho.
La imagen del pirata informático australiano, llevado en brazos de siete policías ingleses vestidos de civil, ponía fin a una telenovela de casi siete interminables años.
Horas más tarde, el canciller José Valencia explicaba ante la Asamblea Nacional, en medio de cierto alboroto de algunos legisladores correístas, los puntos principales de este tortuoso camino. La nacionalidad ecuatoriana -uno de los últimos despropósitos de altos funcionarios desubicados- le fue retirada por lesiva al país.
La historia de los asilos diplomáticos es sustanciosa. La de los más largos asilos -el de Assange termina ostentando la medalla de bronce- es triste y compleja. Dos funcionarios permanecieron en la embajada de Italia en Etiopía durante 21 años. El cardenal Jozsef Mindszensty estuvo por 15 años (desde 1956 a 1975) en la embajada de EE.UU. en Budapest. Fue condenado a cadena perpetua por conspiración y traición. Eran los tiempos de la cortina de hierro.
El fundador de WikiLeaks divulgó miles y miles de documentos por la vía de los más famosos periódicos mundiales de conversaciones secretas de las embajadas. El punto clave es la información secreta pirateada, con la ayuda del soldado Manning (hoy Chelsea Manning) y la posible conspiración que le podrían imputar.
El otorgamiento del asilo y la potestad de los gobiernos ecuatorianos a considerarlo no se discute. Es un derecho, que en su concepto primigenio, busca la prevalencia de los derechos humanos.
Lo curioso de este largo episodio es el interés manifiesto de altos cargos, aun ministros de Relaciones Exteriores del régimen pasado y altos funcionarios de la embajada, por cuidar a Assange con celo.
El pirata informático entró en la embajada ecuatoriana transgrediendo normas británicas, cuando se le habían levantado cargos en Suecia por presuntos abusos sexuales. Luego, llegaron los episodios de la trama rusa, cuyas 400 páginas del informe Mueller todavía no se divulgan. De por medio está la campaña presidencial en la que triunfó Donald Trump.
Assange participó en elecciones de su país nativo, Australia; recibió infinidad de visitas, fue señalado por comportamiento hostil y por no respetar las normas impuestas por el Estado ecuatoriano. Las incursiones de su empresa en temas del país desbordaron todo límite.
El Gobierno ha informado que en su compromiso con el Reino Unido está el que no se extradite a Assange, si su vida corre riesgo. Ahora otra historia recién empieza.