El Gobierno ha desplegado todos los recursos del Estado para ganar las elecciones. Con su aplastante propaganda busca fijar la creencia de que su obra es la mayor de la historia y que se justifica su permanencia en el poder. Utiliza sin límites los medios de comunicación públicos y dispone que los privados publiquen lo que le interesa. Exagera el valor de sus obras y calla sus fracasos, vicios y errores; manipula los hechos, altera la historia, desune a la población y agravia a las personas e instituciones, aplicando los métodos que emplean los gobiernos autoritarios para dominar a sus desdichados pueblos, los que terminan envilecidos y glorificando las cadenas que los oprimen. Para que esto no suceda en el Ecuador, tenemos el deber moral de denunciar la real situación que vive el país.
Espanta lo sucedido en la refinería de Esmeraldas y el descubrimiento de fajos de dólares escondidos en tumbados y paredes; pero, lo que más espanta, es que pretendan tapar los delitos enlodando todo, y no investiguen a los principales responsables de que el costo de reparar la refinería haya saltado de 885 millones de dólares presupuestados en el año 2008, a más de 2.300 millones de contratos como dijo públicamente el Contralor, y que, frente a la denuncia que Odebrecht ha entregado 33,5 millones en coimas por obras de 116 millones, pongan más énfasis en culpar a los que dan las coimas, que indudablemente corrompen, que en descubrir y sancionar a quienes las exigen causando grave menoscabo de la calidad de las obras y tremendo aumento en su precio. Si no cambia urgentemente esta forma de actuar, el Ecuador terminará aniquilado, moral y físicamente, por la corrupción. El tremendo endeudamiento que se está contrayendo a onerosos intereses y cortísimos plazos, con el afán de ocultar el desastre económico, multiplicará la desocupación y la pobreza cuando toque pagarlo en los años venideros.
Con ciertas acciones como el Acuerdo con la Unión Europea, el Gobierno trata de aminorar los daños causados por el sectarismo, mas es difícil que logre la confianza de los inversionistas y de los países que son los mercados naturales e históricos del Ecuador. Y no es que pensemos que en lo realizado en diez años no existan cosas positivas ni que en el Gobierno no haya personas honestas y competentes, pero no cabe duda que no están en condiciones de parar la corrupción y sanear la economía. Para esto se necesita restaurar el Estado de derecho, transformar profundamente su actual estructura y funcionamiento, respetar la independencia de los otros poderes, cumplir con rigor las leyes, fortalecer las instituciones de control y fiscalización y promover la producción y el empleo. Igualmente, se requiere de una Asamblea que obre con independencia y conocimiento en la revisión de las leyes aprobadas en la última década y en la elaboración de una legislación sabia. Reflexionemos a luz de la triste situación de los venezolanos, empobrecidos y oprimidos.