Con los que tiene el país ya bastan y sobran. Por eso no se entiende los fundamentos para crear nuevas fuentes de controversia. Sabemos que hay una crisis en ciernes y esperamos que se la pueda mitigar de manera oportuna y adecuada. Nada se saca negándola. Es más, las decisiones tomadas la confirman, de ahí que es inentendible el cambio de tono en las preocupaciones del Gobierno sobre el momento económico por el cual transige el país. Unos días la reconoce, otros reniega…
Lo importante es saber que hay una estrategia en marcha diseñada precisamente para enfrentar las causas del reaparecimiento de ese concepto básico de la realidad económica, que durante ocho años desapareció de la vida nacional y se llama “escasez”. Hoy, nuevamente le acompaña al país y por ello la etapa, agradable pero efímera, del disfrute al límite llega a su fin. Trae consigo la selección de prioridades y la desatención de programas con valor secundario.
Esto duele pero es inevitable. El ciclo cambió de trayectoria y ahora el signo lleva a una declinación de las actividades, incluyendo, o para ser más preciso, lideradas por una austeridad fiscal de alto calado.
De ahí que tampoco se entienda esa insistencia para volver a la carga contra opiniones equilibradas y sensatas de comentaristas, como Pablo Lucio Paredes, cuyo objetivo es ayudar a comprender por qué el país ha llegado a esta situación. Lo hizo el Gobierno el martes pasado, manteniendo el tono beligerante y descalificador ya conocido, a pesar de haber manifestado apenas dos días antes su repudio a todo tipo de violencia, a propósito del asesinato masivo de periodistas franceses.
Igual reflexión cabe sobre la idea de excluir el cobro de las tasas por servicios de los bomberos en las planillas eléctricas. ¿En qué les molesta? ¿Acaso quieren trasladar las responsabilidades a otras instituciones públicas? Pero qué ganan con ello. Lo cierto es que la propuesta sólo trae conflictividad innecesaria.
Igual, qué gana el Gobierno poniendo tope a los beneficios de los trabajadores. Cierto, algo le queda, pero por qué siente molestia que 16 000 empleados reciban el beneficio de las utilidades por encima de un límite arbitrariamente señalado. Es otro caso de enfrentamiento inútil y fundamentalmente pernicioso a los intereses de la clase social que merece mayor protección.
La eliminación del 40% de aportes del Estado a las pensiones jubilares expande la brecha del IESS, pues el Gobierno la excluirá de los presupuestos. Sólo entregará recursos cuando la caja de las pensiones esté exhausta. Otro lío en camino. La reforma laboral no ayuda a crear empleo. Lo reduce y la crisis hará lo propio. Para qué insistir en ella.
La lista sigue. Se multiplican problemas evitables.
Abelardo Pachano / apachano@elcomercio.org