El Gobierno ha usado como ejemplo para la re-reelección -que ahora se ha dado en definirse como ‘re-repostulación’- es Alemania.La comparación es un tanto engorrosa. Soberanos como somos -y altivos-, con una Constitución ejemplar y casi única en el mundo en cuanto a la consagración de derechos, hemos sido críticos a las estructuras hegemónicas de los grandes poderes internacionales, tomar como ejemplo a Alemania no resulta del todo aplicable.
La discusión no toca siquiera la diferencia de sistemas: los alemanes son parlamentarios; los ecuatorianos, presidencialistas. Tampoco es necesaria una comparación entre un país del primer mundo que, según la izquierda -radical o del Régimen- es la que ahoga a Grecia, y un país del tercer mundo que prioriza el ser humano por sobre el capital, según defienden con tanto énfasis.
Ya ni siquiera importa si tener a Alemania como referencia es propio de un ‘cipayo’ (soldado indio de los siglos XVIII y XIX al servicio de los ejércitos de Francia, Portugal y Gran Bretaña). Finalmente, la soberanía económica es un tanto ilusoria en tiempos de globalización y cada vez hay menos compañías de bandera y/o familiares como en los viejos tiempos. El problema radica en nuestra concepción de la política.
Ya que se quiere comparar Ecuador con Alemania, habrá que pensar si la re-reelección forma parte más de una defensa a ultranza del Jefe de Gobierno que a una idea política. No es posible pensar en un alemán que se ubique políticamente en el ‘merkelismo’ o un francés en el ‘mitterrandismo’, tal como en este país ha habido un floreanismo, un garcianismo, un alfarismo, un velasquismo, un febrescorderismo y ahora un correísmo. Y en todos estos casos, fue más una devoción al líder que a un ‘modelo’ o ‘proyecto’.
Pero es estratégica la comparación. En un estudio de la Flacso se revela que Estados Unidos y Alemania, en su orden, tienen algo más del 60% de valoración positiva de los ecuatorianos. Pero sería mejor comparable la vida institucional. Y eso no se hace.