Las guerras se multiplican ahora y hay el riesgo que lleguen dónde no era común vivirlas. Nada dice que podamos ser implicados en ellas.
EE.UU. quiso evitar eso haciendo sus bombardeos preventivos para que la amenaza no prospere. Pero generó más bien mayor radicalidad del contendor. Ahora, anónimos “guerreros”, como pasó en Ottawa, se las ingenian para hacer sentir lo que significa la muerte en casa propia, como fue el “11 de septiembre”.
Se está formando un escenario de una guerra de guerrillas a escala mundial que tiene como consecuencia volver a las sociedades más obsesionadas en la seguridad y destruir el espacio de convivencia y libertades.
El debate luego del atentado al Parlamento canadiense eso mostraba. Según un diputado liberal “el Parlamento es el edificio del pueblo y estuvimos orgullosos que sea accesible para la gente. Detesto la idea de cerrarlo debido a la paranoia y a un miedo legítimo”. Sería casi una fatalidad que la paranoia y el miedo predominen, así como cortar la simple confianza (la apertura) de convivencia. Con ellas se reduce el pluralismo y la acción de la sociedad civil, se amplía en cambio el conservadurismo que empuja a construir un Gran Hermano estatal que dirige todo. El efecto vuelve conservadora a la sociedad.
Por razones extrañas al Islam o a la causa árabe hay gente disponible para hacer guerra y atentados. Eso transforma la guerra del campo de batalla a una anónima e interna guerrilla en los países intervinientes en Siria o Iraq.
Francia logró frenar eso con una fuerte acción de inteligencia hace unos 15 o más años cuando fue objeto de múltiples atentados en el congestionado metro.
Los EE.UU. multiplican todo, inteligencia, seguimiento cercano de gente fuera del país, guerra de contención, alianzas diplomáticas de todo tipo, nexos comerciales con países aliados en la causa… Pero su lógica imperial no le dejará en paz. Así que la dinámica jijadista actual de recurrir al atentado anónimo desplaza la guerra externa a una interna difícil de controlar, es un cambio del sentido de la guerra.
Las pulsiones de violencia que existen siempre, y las llevamos adentro, no tienen ahora muchos medios de ser canalizadas con ideas y alternativas de acción, al contrario, la americanización a la EE.UU. promueve y exalta la violencia. Se asemeja al estado de espíritu de antes de la Segunda Guerra Mundial.
Un experto canadiense en seguridad decía: “Habrá que preguntarse lo que estamos listos a ceder de los derechos individuales para garantizar nuestra seguridad”. Es la base ya para que la Policía pida más poder de vigilar y controlar, y el Gobierno conservador se dé alas para cambiar leyes y procedimientos para jugar al gran control, desvalorizar el sentido de confianza mutua con ese bicho destructor que es la paranoia.
Los conservadores canadienses se asemejan a los revolucionarios actuales en el sur.
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