El Estado soy yo

“ L’état c´est moi” es una expresión histórica que se le atribuye al rey francés Luis XIV, que sintetiza el poder del estado absolutista. Esta referencia, puede ser aplicada a una interpretación ligera de la disposición del artículo 147, 16 de la constitución del Ecuador respecto al Presidente de la República: “Ejercer la máxima autoridad de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional y designar a los integrantes del alto mando militar y policial”. Según la interpretación literal, todo el poder de la fuerza pública en el territorio del Estado ecuatoriano correspondería a una sola persona. Sin duda, una grave alteración al principio básico del republicanismo: la división y contrapesos de los poderes para garantizar las libertades fundamentales.

Ante tan anti democrática y anti republicana lectura surgen en auxilio disposiciones constitucionales que, partiendo del mismo artículo, precisan y restringen la facultad para nombrar solo a las altas jerarquías militares y policiales.

El resto corresponderá a un rígido procedimiento jerárquico y reglamentario como en todo el mundo. Por tanto, no es que el jefe de Estado anda nombrado tenientes y coroneles a su gusto como estampas dominicales a la salida de los templos. Para eso existe un mando rígidamente jerarquizado y reglamentado; de lo contrario, estaríamos en la escena de los pases policiales que preocupan a todos, menos a los candidatos,

Luego, en una interpretación más racional, la disposición encaja en las normas establecidas para el estado de sitio o de excepción. Por eso, tratándose de una constitución en un estado de derecho, tampoco esta facultad es abierta y discrecional. Rige para una situación extraordinaria por causas tipificadas, con restricciones, pues no todas las garantías constitucionales pueden suspenderse y, además, con la obligación de que la decisión sea conocida por la Asamblea Nacional, la Corte Constitucional y organismos internacionales correspondientes.

El caso de los militares y el poder político debe merecer un estudio de los actores que transitan la etapa próxima a las elecciones de Febrero del 2017, salvo que en el ámbito de sus ilusiones, también consideren que el mandatario escogido por el pueblo será la máxima autoridad para el uso de la fuerza en el país. Si ese fuese el caso, sería preferible que en vez de imponer la banda presidencial que afirma que el poder nace de la constitución, se imponga insignias y charreteras propias de un mariscal de la república.
Comprobaríamos que de España no solo heredamos conventos e iglesias, sino también la efigie cruel y legendaria de generalísimo Franco, por la gracia de Dios. Con baile gitano de entorno musical en vez del himno nacional.

En idioma más doméstico, si el gavilán expande sus alas, con las garras incluidas, los polluelos pueden revolotear el nido hasta emprender el vuelo raudo en busca de las presas necesarias.

anegrete@elcomercio.org

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