El shock económico derivado del covid-19 ha sido violento y sus consecuencias son todavía impredecibles. En lo que va del año, las bolsas de valores globales cayeron en casi el 30% y el riesgo de América Latina se incrementó en más 250 puntos básicos. Los precios de las principales materias primas, en particular el petróleo, se desplomaron y las monedas de países como Perú, Brasil, Colombia y Chile se depreciaron entre el 25% y el 30%..
Esta crisis sorprendió a Ecuador en una situación económica extremadamente vulnerable. Así como el corona virus se ensaña con personas mayores o con enfermedades crónicas como diabetes o asma, en términos financieros, los países cuya salud económica es precaria también están con mayor riesgo de contagiarse de la volatilidad de los mercados financieros. Lastimosamente, Ecuador está entre los países con mayor vulnerabilidad frente a estos choques externos.
En un estudio reciente, Martín Ardanaz del Banco Interamericano de Desarrollo, BID anticipaba cuáles serían los países menos preparados para enfrentar una posible crisis financiera y analizó cuatro factores entre 2007 y 2018: balance fiscal, deuda pública, desequilibrio externo y reservas externas. Desafortunadamente, Ecuador empeoró en todos esos factores y aparecía en alerta roja, junto con países que ya han caído en problemas como Argentina.
En otras palabras, y haciendo un parangón con el corona virus, no solo estábamos con una salud precaria, sino que no nos lavamos las manos, no tomamos vitamina C y para colmo nos parecíamos mucho a gente sospechosa de estar con el virus. De allí que no fue sorprendente la reacción virulenta del mercado que castigó a Ecuador aumentando su riesgo país de 800 a alrededor de 3 400 puntos básicos en lo que va del año.
¿Qué hacer? No hay salida fácil e indolora. El Gobierno ha lanzado una serie de medidas para atender el desequilibrio fiscal y es probable que esto viabilice los desembolsos de los organismos multilaterales.
Esto es una buena noticia y daría un alivio temporal, pero es insuficiente para dar un horizonte de estabilidad fiscal en el mediano plazo, y carece de una visión integral que incluya explícitamente un plan para atenuar el impacto de la crisis sobre el sector real y el sector externo, asegurar la estabilidad y la liquidez del sistema financiero, y en particular proteger el empleo y los ingresos de la población más afectada por los choques adversos y la recesión.
Las medidas son un analgésico que no nos cura, pero sí nos da un respiro para tomar decisiones clave para restablecer nuestra salud económica y social.
Situaciones extraordinarias requieren medidas extraordinarias y esto también requerirá de acuerdos políticos extraordinarios.