Columnista invitado
De mediana estatura, delgado, enérgico y cordial, orgullosamente sencillo como todo el que padece hondos ideales, solidario y sensible, ponderado y transparente, Enrique Ayala Mora es uno de los más claros historiadores y pensadores latinoamericanos. Orador de fuste, utopista empedernido, ejecutor de sueños imposibles, político que honra esa práctica, comprometido con las causas más nobles de nuestra patria, pertenece a esa estirpe en extinción de ecuatorianos de veras ilustres que han engrandecido al país con su vida y su obra.
Maestro de juventudes por antonomasia, la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB), magna obra suya, está siendo objeto de un estulto y aberrante acoso por parte de un degradado Parlamento Andino, que no representa con genuinidad y altura a las naciones que la integran. Como siempre, hay excepciones -las niegan los orates de oficio-, algunos de sus miembros se han aislado del intervencionismo en una universidad cuya excelencia ha sido reconocida más allá de nuestra América. El portavoz y afanado mandadero de este asedio es un oscuro aprendiz de incondicional del gobernante de turno. Ayala Mora, combatiente y combatido, no ha encorvado su mano y seguirá incólume en su diaria siembra de esperanza.
En los ochenta reemplazó a Hernán Malo González -visionario transformador de la Universidad Católica- en la dirección de la Corporación Editora Nacional, institución que ha gestado una de las bibliografías más significativas de nuestro quehacer nacional. En los tramos iniciantes de ese decenio, empezó a despuntar no como el relator simplista de episodios nacionales y regionales, sino como el intelectual lúcido y creador que zahonda en hechos y personajes.
En 1982 decidió su regreso de Londres para organizar el Partido Socialista Único con la finalidad de romper su ominosa tradición de escisiones y desvínculos. La de Ayala Mora es -a contrario sensu de la mayoría de los políticos- una vida de militancia en la ética y en la dignidad. Las contrariedades lo alientan y los obstáculos lo engrandecen. Y en los tiempos de peligro, que es cuando la patria conoce la nobleza de sus hijos, allí está él, puntual y valeroso, exento de griteríos y verbalismos, con su preclara inteligencia y sin rehuir riesgo alguno.
La densidad reflexiva y la fuerza creadora de Ayala Mora, intrínsecamente imbricadas en sus libros de historia, así como en sus ensayos sobre otras cuestiones (culturales y políticas sobre todo), ajustan rigurosos instrumentos en la develación de los asuntos sobre los cuales versan. Toda crítica -alerta Roland Barthes- debe incluir en su discurso uno implícito sobre sí misma: ese el ejercicio histórico y ensayístico de Ayala Mora.
La UASB no podrá ser ‘ultrajada’ por un colapsado populismo, no obstante el silencio -cómplice de la cobardía- que infesta a las universidades ecuatorianas, y su mentor está convocado a los más altos designios de un Ecuador que clama por guías de sus indesmentibles méritos.