A esta altura el año pasado, el Fondo Monetario Internacional informó sobre un crecimiento desalentador del PIB global del 3,1% en 2015 y prometió que el crecimiento aumentaría en 2016 y 2017. Pero esa expectativa no era realista. Y, como era de esperar, en 2016 se calcula que el PIB global habrá crecido apenas el 3,1%, mientras que el crecimiento del comercio mundial se desaceleró sustancialmente, del 2,7% a un anémico 1,9%. Cifras que describen una economía mundial en problemas.
Y, sin embargo, el FMI vuelve a prever que el crecimiento del PIB global mejorará significativamente en los próximos dos años, y que el crecimiento del comercio mundial se duplicará. El FMI atribuye gran parte de la mejora que se espera en la economía global, especialmente en 2017, a un crecimiento más sólido del PIB en Estados Unidos. Este optimismo respecto de la economía estadounidense se basa en indicadores positivos de confianza empresarial y de los consumidores y en precios en alza de las acciones, a cuenta del estímulo fiscal y la desregulación.
Pero este optimismo ignora una alteración más profunda hoy está en marcha. La administración del presidente de EE.UU. Donald Trump, dificultará el crecimiento económico cuando empiece a revocar acuerdos comerciales, y el crecimiento sufrirá un impacto aún mayor cuando Estados Unidos comience a destruir las normas e instituciones que gobiernan los mercados. Peor aún, Trump cambiará las reglas del juego en un momento en que la economía global ya está frágil, China enfrenta una burbuja inmensamente inflada en su sector financiero y Europa está dormida al volante de un tren destartalado.
Sin duda, los acuerdos comerciales internacionales, respaldados por intereses poderosos, se han vuelto cada vez más invasivos. Como señaló el senador por Vemont y contendiente en las primarias demócratas Bernie Sanders cuando se opuso al Acuerdo Transpacífico (TPP por su sigla en inglés) de 12 países, esos acuerdos tienden principalmente a proteger los intereses de grandes corporaciones multinacionales. Esos acuerdos benefician solamente a unos pocos, a la vez que perjudican el sustento de la gente económicamente vulnerable.
La rival de Trump en las elecciones presidenciales, Hillary Clinton, también se manifestó en contra del TPP, de modo que su reciente decisión de abandonar el acuerdo era políticamente inevitable. Pero aún los cambios deseables conllevan costos de transición, y esos costos aumentarán en la medida que la nueva administración mine peligrosamente los principios centrales de la economía de mercado.
Donald Trump está jugando con fuego cuando amenaza con imponer aranceles a las importaciones para que “Estados Unidos vuelva a ser.