Los duros días que sucedieron al manifiesto fraude electoral denunciado a favor de Evo Morales se van superando.
El apagón que los cómplices políticos del expresidente forjaron y el retorno de los sistemas informáticos con una montaña de votos contabilizados desataron el caos.
La protesta ganó las calles y dolorosamente se produjeron enfrentamientos violentos entre hermanos que militaban en distintas facciones políticas. El desorden imperaba.
Evo Morales quiso rectificar luego de la observación realizada por la OEA, fue tarde, renunció, tras la insinuación de los militares de dar un paso al costado.
Luego de unas horas de incertidumbre voló a México, país que suele conceder asilo y desde allí denunció que todo era un golpe de estado.
Los acompañantes de Evo Morales y su partido MAS en la línea sucesoria hicieron el juego y renunciaron.
Le tocaba el turno a la vicepresidenta de la legislatura Jeaninne Áñez, que asumió y hasta ahora cumple su palabra de conducir a Bolivia hacia unas nuevas elecciones.
Los intentos desestabilizadores de los partidarios de Morales y las protestas populares llevaron a bloqueos de carreteras. Se denunció también que una grabación de una supuesta conversación instruía desde México dejar sin abastecimientos de alimentos a las ciudades. Esos métodos son terribles, afectan al pueblo y en Bolivia se ha instaurado ya una investigación por rebelión y terrorismo por esta presunta conversación de un ciudadano con el expresidente Evo Morales. La tranquilidad vuelve poco a poco. La Presidenta nombró un vocal del Tribunal Supremo Electoral y los restantes debe nombrarlos el poder legislativo cuyo mapa domina el MAS, el partido de Morales.
La oposición hace cálculos y algunos promueven una candidatura de unidad para enfrentar al candidato del partido de Morales, quien ocupó la presidencia durante 14 años.
Es lógico que Evo Morales, que esta inhabilitado para buscar un nuevo mandato, no podrá terciar, pero su partido lo hará y buscará ganar la elección. Que sea pacífica y limpia.