¿Quién te ha visto y quién te ve?

Hace un año apenas pocos hubiésemos imaginado el cariz del vértigo de los acontecimientos que hoy rodean a la vida nacional.

La perspectiva de un partido oficial, dividido en dos vertientes, que ahora aparecen como irreconciliables, no era previsible en ninguno de los escenarios que 365 días atrás parecían los más viables: que gane Lenín Moreno o que triunfe Guillermo Lasso o que alguno de los candidatos que le seguían como Cynthia Viteri o Paco Moncayo , se instalen en la segunda vuelta o ganen la elección.

Si tomamos las dos primeras opciones lo más viable parecía que el partido oficialista cierre filas, -con el modelo de concentración de poder que construyó-, obstruya las puertas a la investigación, obstaculice a la justicia, impida la fiscalización en la Asamblea y consolide la exclusión y la falta de libertades que imperaron en la década pasada.

Tal vez hubiésemos imaginado un gobierno dirigido a control remoto sin apartarse ni un milímetro de la línea radical. En ese teatro de operaciones el poder de Jorge Glas estuviese consolidado y sus tareas asignadas le hubiesen conferido mayor poder y su rol para cuidar las espaldas, acaso se perfeccionaba.

En el otro escenario Guillermo Lasso hubiese querido aplicar medidas económicas o poner en práctica sus ideas y modos de solucionar la grave crisis económica. Entonces tal vez sobrevenía una debacle. 74 legisladores verdeflex, unidos como una piña, acaso teledirigidos desde algún ático lejano, hubiesen bloqueado cualquier iniciativa del mandatario y Carondelet se habría convertido en jaula de oro. Una tarima siniestra para ver desfilar a los actores sociales alzados contra el régimen y su impotencia hasta que la tesis perversa de la ausencia acaso forzaba algún retorno para arrasar en el mapa electoral 2021.

Así, la cirugía mayor anunciada ni se atisbaba en el horizonte. Tampoco se pensaba que la añorada independencia judicial, cautiva del poder controlador que la sometió, hubiese podido alzar cabeza, instaurar juicio alguno, abrir un expediente, por mínimo que fuere. Nadie imaginaba que a esta altura un vicepresidente estaría preso y en capilla, esperando su destitución. Que algunos ministro y altos funcionarios podían llegar a estar detenidos y que un número insospechado de secretarios de Estado se encontrarían prófugos.

Por eso es que hacer predicciones no es una buena receta para el análisis político, máxime si los elementos son de alquimia tan compleja como la materia de este laboratorio efervescente, confuso, enredado, que es la política y la vida pública nacional.

Si todavía no sabemos el nombre del futuro vicepresidente, el resultado de la Consulta Popular ( con un Sí como posible foto de este día pero siempre susceptible de cambiar) ; la fórmula para solucionar la crisis no la sabe ni Nostradamus. Esperemos

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