No lo digo yo, ¡cómo podría!, sino Gabriel Marcel, el existencialista francés para quien el tener opone, separa, subordina, mientras el ser concilia y aproxima. El ansia de tener nos vuelve irrecuperables para lo humano: política, trabajo, relaciones sociales, insegura seguridad buscada en guardianes y guardaespaldas, mientras por dentro solo somos temblor: miedos, psicoanálisis, neurosis. Todo es tener. Nos negamos a la auténtica sensación, que es ‘el misterio de nuestra comunicación con las cosas’; hemos perdido ‘el sentimiento fundamental, que es el misterio de mi ser en el mundo’; el de la sociabilidad, ‘misterio de la presencia del otro como un tú’, y quizás, el misterio de la comunicación con lo otro absoluto. En la búsqueda sin pausa del tener, alienamos nuestro ser y lo perdemos. Convertimos el misterio en agio, en lucro que renuncia a todo en la imposible posesión de todo.
La corrupción en la FIFA. ¿Una noticia más de tantas constancias cotidianas sobre la náusea de la corrupción? Nada nuevo: en cada actividad, propuesta, inicio, proyecto o contrato entre iguales o distintos, en aquellos que se tejen con compañías de países extranjeros o del propio, se intuyen los intersticios de la pudrición. Estamos acostumbrados, horriblemente resignados. Y sin embargo, de repente un sabor de hiel, una sensación ambigua va tiñéndolo todo de amargura, desconcierta inevitables certezas, avergüenza; urge a preguntarse si estamos insensibilizados ante el escándalo, si envidiamos a quienes tuvieron la oportunidad.
El dinero, sinónimo inconsciente de algo sin desgaste posible, de alguien siempre joven, bello, eterno. De todas las posibilidades, las aventuras, los viajes, los encuentros: de la vida en plenitud y para siempre… Si los griegos exaltaban la verdad, la bondad, la belleza como las cualidades ínsitas del ser, su ser mismo, hoy el dinero, al colmarlo todo, es verdad, bondad y belleza: es la vida misma. Pero ¿es, acaso, menos muerte?
¿Cómo armoniza el dinero con la vejez, con el ineludible y pronto pie en la tumba? Si la fortuna está para ser gozada, divertida, gastada, ¿qué papel cumple cuando uno está viejo, irremediable, completamente viejo? ¡Ay las fotos de los varones de la FIFA detenidos, solo algunos, pues hay y habrá muchos sin detener; fotos –no de hoy- que nos los muestran abrumados de una vejez sin inspiración; vejez horrible de juventud estragada, de vida allanada sin sentido! Facciones frías y rotundas, como de yeso en maquillada deformidad, o móviles y simplonas, de plastilina seca. Y sentimos pena y algo como añoranza: ¡tanta vida y jamás!, que decía el poeta…
¿Tanta vida? ¿Y dónde su misterio, sus desafíos, cuando todo su tiempo se redujo a comprar y vender –dinero mediante- el íntimo misterio, la poesía de vivir? Nada castra como la desesperada codicia, el ansia de tener. ¿Tendrán vergüenza de sus caras en el espejo? ¿Reconocerán el avance de la muerte en sus rostros, que no otra cosa que el avance de la muerte en nosotros es la vejez?