La primera participación del Ecuador en el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), proceso al que se sujetan 90 países, nos revela que solo el 49% de los estudiantes del 1º y 2º de bachillerato logró el nivel mínimo de competencia en lectura. Y en matemáticas y ciencias, los resultados son peores.
Evaluaciones anteriores, como las pruebas “Aprendo”, evidencian un panorama desalentador en el dominio del Lenguaje. Los profesores se quejan por la baja preparación con la que llegan los estudiantes a las universidades, sus pobres capacidades para hablar y al escribir, su poco interés por la lectura, las nocivas influencias del cine y la televisión para restar el tiempo a esta, la reducción empobrecedora de la lengua en las redes sociales…
Cinco décadas atrás, cuando me iniciaba en la docencia como profesor de Gramática en un colegio de Quito, un maestro de otra área me espetó:”¡Así que te tocó bailar con la más fea!” ¿Por qué la mala fama? Esos desplantes no solo se escuchan en boca de profesores y estudiantes; son frecuentes entre los escritores.
“Yo no sé Gramática; no podría aprobar esos terribles exámenes que sufren ahora los estudiantes. Estoy seguro de que me tumbarían”, confesó hace años García Márquez. Durante el Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas, causó revuelo con su intervención: “Nuestra contribución no deberá ser meter a la lengua en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre como Pedro en su casa en el siglo XXI”, dijo; y escandalizó con aquel juego hiperbólico de palabras de “simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros” y con aquella sentencia iconoclasta de “jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna”.
Se pueden abundar en razones para levantar otros prejuicios contra la Gramática; pero no dejan de ser declaraciones retóricas que los fortalecen y no ayudan a disiparlos. Esos juicios negativos no corresponden a la Gramática, sino a su enseñanza.
Para quitarle el miedo a la Gramática, resulta necesario poner toda atención en su didáctica y a orientaciones de sentido común sobre el aprendizaje de la lengua, como aprovechar las posibilidades lúdicas en las palabras y el uso del lenguaje, en especial durante la etapa de la escuela primaria; evitar el manejo de una terminología complicada y las categorías gramaticales más complejas enseñarlas al final del bachillerato; hacer de la lectura una aventura placentera y no una pesada carga y, sobre todo, jamás olvidar que la Gramática es un medio, no un fin en sí; un instrumento para comunicarnos y mejorar nuestra competencia en el uso del lenguaje. Es decir, aplicar la metodología de la enseñanza en función de la comunicación.