En La Inteligencia Fracasada de J.A. Marina. se explica una administración positiva de nuestro intelecto evita esfuerzos inútiles que solo confirman la existencia de “sabidurías insulsas”. Define a la inteligencia como “la capacidad de un sujeto para dirigir su comportamiento, utilizando la información captada, aprendida, elaborada y producida por él mismo”.
Las “actitudes” que gravitan en contra de la inteligencia son el prejuicio y el fanatismo. También el dogmatismo. El primero puede identificarse palmariamente cuando una persona se siente segura de algo que no sabe, y por lo tanto se limita a seleccionar la información que corrobora su monomanía. Éste adquiere características de fanatismo desde que el sujeto traslada su prejuicio a acción. Cuando una nación logra proscribir el prejuicio y el fanatismo, se abre al diálogo. Al respecto, Marina afirma que las necesidades vitales imponen una comunicación con otros seres y una cooperación, las cuales son posibles cuando se sale del mundo privado para acceder a la objetividad.
El delicado momento social que vive Ecuador está demostrando que el segmento “privilegiado” de su sociedad ha vivido en buena medida al margen de la realidad nacional. La nuestra no es la única realidad… existe otra muy distinta. Sin embargo, nos resistimos – consciente o inconscientemente – a actuar en consecuencia. En psiquiatría esto se conoce como “abulia”. Mantenemos un discurso de cambio, pero no cambiamos. Siendo así, caemos en la llamada Ley de Emmett, según la cual “el temor a realizar una tarea consume más tiempo y energía que la tarea en sí”.
Esto genera angustia, que para Kierkegaard es la conciencia de la posibilidad. La inhabilidad o resistencia de la persona en tomar decisiones es también un fiasco del intelecto, que se manifiesta en la inutilidad de las ideas. Estamos los ecuatorianos llamados y obligados a tomar decisiones. A hacerlo sin temor, sin prejuicios, sin fanatismos… pensando en que la desgraciada “oportunidad” de la pandemia debemos aprovecharla para desterrar el egoísmo connatural en el ser humano, para “sacrificarnos” por un bien superior al nuestro, aquel de la sociedad en su conjunto.
Cuán cierta es la frase que nos trae la obra en cita: “la inteligencia fracasada pare dos terribles hijas: la desdicha evitable y la maldad, que añade sin remedio desgracia a la desgracia”. Rebelémonos contra el pasado, sin olvidarlo pero aprendiendo de él. No permanezcamos en porfías teóricas que solo reflejan abulia como incapacidad en el quehacer.
Corolario: no es momento de “consultas” que se darían con preguntas de Perogrullo que, en palabras de Francisco de Quevedo en Los Sueños (1627), son tan evidentes como decir que cuatro huevos son dos pares. Vamos a la acción, no persistamos en querellas estériles o la inteligencia fracasará otra vez.