El Humanismo

El antecedente remoto del humanismo lo encontramos en Platón: “en el alma del hombre hay algo mejor y algo peor; cuando lo que por naturaleza es mejor, domina a lo peor, se dice que ‘uno es dueño de sí mismo’ (…) pero cuando lo mejor resulta dominado por lo peor, se dice que el hombre está dominado por sí mismo y es esclavo de sí mismo”. Para el humanismo, la persona es un todo ético que va más allá de la suma de sus partes, cuya existencia se ha de vivir en la sociedad, y no ésta en el hombre.

En tanto que movimiento filosófico, el humanismo se sustenta en “el hombre”, titular de valores y derechos inalienables, en ese orden; se contrapone a toda y cualquier pretensión de estereotiparlo como sujeto etéreo en una sociedad despersonalizada. Con razón sostiene Sándor Marai, aquel de El Último Encuentro, que la consolidación del individuo impone el cultivo decidido de su propia alma mas no una autocomplacencia social. Éste es el humanismo ético-social, llamado a comprender la condición humana como factor y medida de todas las cosas.

La despersonalización – y consiguiente deshumanización – de la sociedad se plasma en sus actores que se resisten a escuchar los clamores de mayor justicia, lo cual es consecuencia de la ceguera que les impide mirar al prójimo en sus particulares circunstancias. Este develamiento de soberbia se traduce en trivialidad y obstinación. El “sabio” más pernicioso y obscuro es el hombre cuya “sabiduría” responde a un enfoque parcializado del mundo, subyugado por egoísmo y orgullo, ruinas éstos del género humano.

M. de Montaigne en Los Ensayos atestigua que el hombre en lugar de dedicarse a conocer a los demás, solo se esfuerza en darse a conocer, preocupándose más por despachar su “mercancía” que por adquirir una nueva, dejando de lado el silencio y la modestia… cualidades convenientes en el trato con los demás. Ningún hombre posee una verdad inapelable, nadie es dueño de la verdad. Quien se resiste a aceptar verdades ajenas lejos de fortalecerse atenta contra su propio decoro, y por ende se deshumaniza.

En el campo de la filosofía moral, el humanismo es la base misma de la dignidad del ser humano. El humanismo es una corriente de dos vías, en la que el respeto a los demás al tiempo de robustecer de dignidad del otro, vigoriza la propia. El hombre que no venera al hombre, y que por lo tanto lo percibe como ente de quien sacar ventaja, deviene en el mayor enemigo de su especie. Recordemos a M. de Unamuno: “Obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir”.

Ahora como siempre y más que nunca estamos llamados a bregar por una sociedad en que impere la protección entre todos. “Justificar” acciones y omisiones con apologías cuajadas en logros económicos personalizados es deshumanizar intolerablemente la sociedad.

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