Ni dictadura ni robo

Luego de leer mi artículo “La dictadura del robo”, de la semana pasada, una persona me envió un mensaje en el que, con palabras de sabatina, me dice que soy un vil calumniador, porque el gobierno de Rafael Correa no es una dictadura y aquí no hay ningún robo.

Otro lector me dice: “Que pena e indignación señor Ayala leer su artículo ‘La dictadura del robo’. Todo un rector de juventudes envenenando las mentes y el corazón de los ciudadanos con tantas mentiras y calumnias igual que la tiban (sic) y otros amargados que no tienen nada de patriotismo. Nuestro presidente, que es el mejor del Ecuador y del mundo, no persigue a ningún baboso ni insulta, les dice las verdades como corruptos, mentirosos o caretucos. A él lo insultan y con que palabrotas… Oportunistas y amargados que solo destilan veneno. En 50 años primera vez tiene nuestro país un verdadero presidente. En 50 años no se ha hecho nada y en 8 todo. Todo y de calidad. Dios seguirá bendiciendo a nuestro querido Presidente que lo que sí tiene es carácter para no dejarse dominar por el poder mediático, por el poder de los banqueros, de los oligarcas y la corrupción de las derechas nacionales e internacionales”.

El artículo no mencionaba a Correa. Se refería al régimen de Ignacio de Veintemilla, que gobernó hace 138 años. Y los correístas protestan e insultan. Recordaré, por ello, que también entonces había entusiastas partidarios del gobierno que consideraban que era el mejor del mundo y que Veintemilla no era dictador sino “Jefe Supremo del Ecuador y Capitán General de sus Ejércitos”. También, decían que no había robo y que todo eran calumnias de periodistas corruptos como Juan Montalvo y Juan León Mera.

Todo lo que hacía Veintemilla era correcto. Por ejemplo, una ocasión puso a las tropas con un cañón en la puerta de un banco y pidió un empréstito. Le fue concedido forzadamente y se levantó una acta ante notario sobre la transacción. De inmediato tomó un barco y se fue a Lima con la plata. Una operación limpia que la oposición denunció como un robo por escritura pública.

Durante la administración de Veintemilla, el Cotopaxi entró en actividad y al fin terminó por erupcionar. El gobierno negó que el desastre fuera tan grave y lo enfrentó con pocas e ineficientes acciones concretas, pero profundizó la censura de prensa y las medidas de represión contra los que protestaban por los actos del régimen.

La oposición hizo un “voto nacional”, es decir una solemne promesa al Creador, de que le levantarían un gran templo si conseguía derrocarlo. Lo lograron y tomó 100 años construir la Basílica del Voto Nacional. Pero sus allegados siguieron repitiendo que Ignacio de Veintemilla fue el mejor gobernante del país y del mundo, que fue un modelo de virtudes, que bajo su mando no hubo ni dictadura ni robo. Nadie les creyó.

eayala@elcomercio.org

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