Si hablamos de nuestros héroes hablamos, en el fondo, de nosotros mismos. No es casualidad, por ejemplo, que Enrique Krauze haya escrito sendos ensayos biográficos sobre José Enrique Rodó y Octavio Paz, escritores que reflexionaron sobre dos de las grandes preocupaciones no sólo académicas sino existenciales del historiador mexicano: el nacionalismo y la revolución.
Tampoco es casualidad que en su “Personal Impressions”, Isaiah Berlin haya retratado a Winston Churchill y a la poeta Anna Akhmátova, obsesionado como estuvo por la dicotomía entre acción y reflexión que encarnaron estos personajes antitéticos.
Algo similar sucede con Javier Marías, quien reseña en “Vidas escritas” a una serie de autores excéntricos, dueños de estilos únicos e irrepetibles como los de Vernon Lee o Lawrence Stern. Marías pertenece a esa estirpe de escritores insólitos que él mismo retrata, tal vez para sentirse menos solo en un mundo que –supongo yo– le parecerá extraño y distante.
Por esos juegos de la literatura, Javier Marías ya no es el reseñador sino uno de los protagonistas del retablo de músicos y escritores extraordinarios construido por Diego Pérez Ordóñez en “Cuadernos de Puembo”, su último libro.
En una obra bellamente editada e impresa, Pérez Ordóñez –abogado, ensayista y vecino de página por muchos años en este periódico– nos muestra su propio panteón de héroes musicales y literarios entre los que, además de Marías, están Rubem Fonseca, Christopher Hitchens o Lampedusa, entre otros.
¿Qué tienen en común aquellos autores aparentemente tan disímiles? Tal vez que todos tuvieron el coraje de vivir bajo sus propias reglas y crear, gracias a ese coraje, voces propias e inconfundibles.
Los dioses del Olimpo personal de Diego Pérez son sublimes y miserables a la vez. Uno de ellos es Sándor Márai, el escritor húngaro que murió proscrito y que recién hace 20 años ha comenzado a ser leído de nuevo, gracias a su prosa particularmente limpia y elegante.
Casanova es otro personaje retratado por Diego Pérez –y, curiosamente, por Sándor Márai también en “La amante de Bolzano”. Casanova se debate entre la miseria de ser considerado frívolo y hasta promiscuo y la gloria de ser un hombre libre, ilustrado y viajero contumaz, nos cuenta el autor de “Cuadernos de Puembo”.
Al finalizar el libro –que originalmente fue un blog del mismo nombre– uno tiene la sensación de que “Cuadernos de Puembo” es un acto de asombro y admiración por el arte portentoso que han sido capaces de producir estos hombres y mujeres, todos músicos y escritores de excepción, entre los que no faltan ecuatorianos.
Recomendada lectura para todo el que desee renovar su fe en los poderes de la creación artística y vacunarse contra la orfandad de ideas que nos circunda.
@GFMABest