Las sociedades han ido afinando sus mercados monetarios siempre en base al concepto del trueque entre bienes o con un tipo de moneda. Primero fue la “commodity money” y después el concepto de papel moneda que ha sufrido fases en su evolución.
Primero existió el intercambio de bienes por un papel moneda respaldado por una “commodity” como el oro y la plata incluso, cómo en la época de los fisiócratas, por el producto del campo.
Después, llegó la llamada moneda fiduciaria (fiat money) declarada de curso legal por el gobierno que también le otorga el valor mercantil. La fiat money es usada en todas las economías dinámicas como forma de pago, mientras que las economías en quiebra recurren al trueque de bienes.
El respaldo de las monedas fiduciarias viene dado por el valor obtenido en el juego de la oferta y la demanda en el mercado de divisas que es el más líquido del mundo. Este valor está respaldado por la confianza social en las instituciones políticas, el tejido empresarial, los recursos económicos, y la fuerza militar del país. Estos intangibles son analizados y valorados por el libre mercado.
La moneda fiduciaria levanta una controversia que viene de lejos y que es objeto de planteamientos ideológicos radicales. Sin embargo, la generación de riqueza debe tener una contrapartida con la creación de medios de cambio que no estén sujetos a sí se descubre el oro necesario para expandir la masa monetaria.
En el siglo XXI se ha empezado a operar con dinero electrónico como las criptomonedas que carecen de valor intrínseco y fiduciario. Estas dependen de la confiabilidad del internet para soportar las transacciones algorítmicas de una red de ordenadores que calcula el precio. Las criptomonedas tienen un planteamiento económico y monetario antisistema. Quieren eliminar la dependencia a los bancos centrales y sus manipulaciones monetarias, a los bancos nacionales con sus comisiones y pagos de intereses.