No hubo, hasta ayer en la mañana, ningún desmentido ni versión oficial sobre el video que registra una rueda de prensa del Presidente en Loja, en el cual una periodista dejó en claro que ella se limitaba a leer preguntas que alguien le impuso desde arriba. Si se tratara de aplicar la Ley de Comunicación, habría que investigar posible censura previa, pero el Superintendente de Comunicación seguramente está muy ocupado en preparar su propuesta de reforma para endurecer unas sanciones que considera ‘laxas’.
Pero estos hechos ya parecen ser parte del paisaje y quizás al ciudadano común no le resultan tan importantes como otras reformas en ciernes: las que el oficialismo quiere hacer pasar como simples enmiendas, pese a que junto a temas banales se incluyen otros importantes como la reelección presidencial. La posibilidad de una consulta impulsada desde la oposición crece en los últimos días, aunque es algo que debiera tomarse con pinzas.
El Gobierno, tan amigo de las consultas populares cuando le ha convenido, logró capear el temporal cuando enfrentó la posibilidad de que se llevara a cabo una sobre la explotación petrolera en una parte del Yasuní. Los proponentes enfrentaron una campaña que terminó por confundir a los posibles adherentes, y el Consejo Nacional Electoral (CNE) no aceptó una buena parte de las firmas.
Lo curioso es que solo había que sumar las firmas válidas de quienes estaban contra la explotación con las de quienes estaban a favor, para armar una consulta sobre un tema que a todas luces se volvió relevante para la ciudadanía. Las firmas a favor de la explotación, que se decidió no entregar al CNE, fueron más de 1 millón, y -esas sí- válidas, según las declaraciones de Rafael Correa cuando recibió en la Plaza de la Independencia a quienes las recogieron.
Con el cadáver de esa consulta aún caliente, el Gobierno quiere eludir la posibilidad de una nueva que ponga en peligro la reelección, pensada para Correa en la medida en que dentro del movimiento de corte personalista no aparecen otros candidatos que aseguren continuidad en el poder.
Una parte de la oposición busca aglutinarse en torno a ese tema específico, que según los datos de los sondeos, no cuenta con el apoyo de la población: la falta de alternabilidad es percibida como inconveniente. Pero es dudoso que un motivo tan coyuntural y exógeno a la vida interna de esos movimientos fortalezca su presencia política más allá de la coyuntura. Por otro lado, cada sector ve a la consulta como una posibilidad de saldar su agenda particular y no una agenda nacional.
El miedo del oficialismo de que se arme un frente anti-Correa resulta, en ese sentido, poco fundado; es un miedo producto de su desgaste y de falta de certezas ante el futuro. Si la oposición quiere realmente fortalecerse debe actuar con agenda propia, no prestada.