Un gobierno de transición tiene que hacer reformas gradualmente. Y en las circunstancias actuales en forma lenta para no abandonar el propósito fundamental de equilibrar la economía para crecer en forma auténtica. Sin recurrir a la Asamblea Nacional el gobierno puede decidir, luego de una amplia pedagogía sobre la situación, disminuir los subsidios perniciosos al diesel y a la gasolina extra, por ejemplo a un ritmo de 1 centavo de dólar cada mes para que en un lapso de cuatro años se acerque al precio internacional. De esta manera se absorbería poco a poco los costos, con un monitoreo permanente que precautele empeorar el resentimiento popular por las desigualdades, mediante medidas solidarias por parte de quienes han disfrutado del progreso económico.
Esto lo puede hacer el Gobierno a base de un consenso nacional nacido del imperio de la racionalidad sobre el populismo contraproducente que termina por descalabrar a la economía, afectando siempre a la gente pobre como ocurre en Venezuela.
En los diálogos se puede alcanzar un consenso –que no unanimidad- respecto a compensaciones igualitarias a los que realmente necesitan, para que el Gobierno decida con firmeza lo que le conviene al país por encima de los intereses egoístas de los grupos de presión.
Así los inversionistas y los prestamistas internacionales verían que el Ecuador se propone seriamente pagar la deuda gradualmente, refinanciándola, para que sea reconocido como un país confiable. Si en el transcurso de este programa suben los precios del petróleo se podrá ajustar la gradualidad en forma consistente con la realidad, pero con la seguridad de que vamos a llegar al equilibrio macroeconómico sin lo cual no se puede crecer.
Si nada de esto es posible, se debería hacer un programa cauto pero firme para elevar el IVA despacito, por ejemplo el 1% anual en los próximos tres años, considerando que ya pagamos 14% de IVA durante un año con motivo del terremoto y no hubo graves repercusiones en el desarrollo del país. Esto tendría que pasar por la aprobación de la Asamblea, en donde cabría debatir las vías posibles para adoptar este sistema, y advertir soberanamente que al no equilibrar la economía seguiremos retrocediendo en el ingreso por habitante, pues la población aumenta al 2% y cada año salen al mercado del trabajo muchos jóvenes sin oportunidades, porque no habrá inversiones ni préstamos convenientes a un país desordenado y desequilibrado, condenándonos a trabajar en las próximas décadas solo para pagar una deuda improductiva.
Un programa gradual aunque lento daría señales positivas de aquí hacia el futuro y mejoraría la impresión de que las pro formas presupuestarias sean altamente vulnerables, ya que las recaudaciones tributarias van a bajar incluso por más elusiones y evasiones, porque la administración de las empresas no se podrá concesionar por incompetencia y desconfianza en quienes las están manejando y por el retroceso en el crecimiento.