El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ya consiguió su objetivo político último de ser el primer presidente del ejecutivo popularmente electo del país, con casi el 53% de los votos nacionales en la elección del domingo. Hace un año, Erdogan impulsó una reforma constitucional para transformar la democracia parlamentaria turca en un sistema presidencial altamente centralizado. Ahora esa reforma entrará plenamente en vigor.
Los cambios constitucionales dan a Erdogan nuevos poderes para designar vicepresidentes, ministros y altos funcionarios. También le permiten disolver el parlamento, ser miembro de un partido político, tener más voz en la designación de jueces en los tribunales superiores, emitir decretos con fuerza de ley e imponer el estado de emergencia. La reforma constitucional, aprobada por una estrecha mayoría de votantes en abril, también eliminó el cargo de primer ministro. Por los próximos cinco años, Erdogan será el jefe de Estado de Turquía, jefe del gobernante partido AKP (sigla en turco de Partido de la Justicia y el Desarrollo) y jefe de gobierno.
Erdogan tiene su posición asegurada, porque para celebrar una elección presidencial anticipada se necesitan dos tercios de los votos en el parlamento (algo improbable, dada la cuasimayoría del AKP). De modo que se ha convertido en el líder más poderoso de Turquía desde que el país comenzó a celebrar elecciones competitivas, inmediatamente tras la Segunda Guerra Mundial. Desde ahora, la política interna y exterior de Turquía la definirá, básicamente, un solo hombre.
Esto es lo opuesto de la democracia liberal, uno de cuyos aspectos centrales es la existencia de un conjunto sólido de controles y contrapesos constitucionales diseñados para limitar la autoridad del ejecutivo. La asignación de poderes excepcionalmente amplios al presidente del ejecutivo conforme a la nueva constitución es reflejo de una visión de gobierno populista, según la cual el líder electo, como auténtico representante de la nación, no debe enfrentar obstáculos en la búsqueda de los intereses nacionales: la nación sólo podrá juzgar su desempeño cada cinco años.
La exigua mayoría de votantes turcos que adoptaron el texto constitucional en un referendo parece haber dado visto bueno a esta idea populista de la política democrática. Pero hay dos cuestiones importantes que limitarán el uso que haga Erdogan de este impresionante conjunto de nuevas prerrogativas.
La situación de los kurdos de Turquía. Por esa razón es improbable que el MHP ( Partido Movimiento Nacionalista) acompañe reformas democráticas amplias para fortalecer las libertades fundamentales. En política exterior, la postura inherentemente euroescéptica del MHP restringirá todavía más el espacio diplomático de Turquía para reconstruir la relación con sus socios en Occidente.