La crisis que afecta a la mayor parte de las organizaciones políticas, desde que irrumpió en el Ecuador el proyecto de la Revolución Ciudadana, parece continuar.
No solo me refiero a la ausencia de líderes políticos de oposición que hayan sido capaces de hacerle frente al liderazgo confrontacional del presidente Rafael Correa (Jaime Nebot es una excepción) sino a la capacidad de ir más allá de las circunstancias, planteado alternativas mucho más potentes de las que ha podido formular el oficialismo. Alternativas de qué hacer frente a la aguda crisis económica, política, social y ética que vive el país. No sé si en realidad han optado por lo más fácil: tomar una posición cómoda, “de ver los toros de lejos” y de hacer un mínimo esfuerzo, o si en realidad no hay capacidad en sí para proponer ideas, promover cambios… Es decir, hacer lo que se espera que haga un político cuando no está en el poder.
Me atrevo a decir que si los precios del petróleo todavía se mantendrían altos, seguramente la imagen de Correa estaría intacta. Es decir, la caída de los precios del petróleo y la aplicación de un modelo económico fallido son uno de los factores que han terminado por golpear al liderazgo del Presidente. No las acciones emprendidas por la oposición.
Ahora que ha comenzado el proceso de selección de candidatos para las elecciones del próximo año, uno pensaría que las organizaciones políticas han recapacitado y han hecho esfuerzos significativos para renovarse en términos de nuevos cuadros, programa de gobierno, fortalecimiento de las estructuras partidarias, etc.
Sin embargo, tengo la impresión de que no han aprendido nada de estos últimos 10 años. Hay nombres de deportistas, presentadores de televisión y cantantes que suenan entre los posibles precandidatos a la presidencia y a la Asamblea Nacional. En lugar de buscar la unidad entre la mayor parte de las fuerzas políticas, casi todos están tratando de maximizar su votación recurriendo a fórmulas caducas, del pasado.
Y en este grupo se incluyen también a las organizaciones políticas relativamente nuevas. La Izquierda Democrática, por ejemplo, ha planteado como posible precandidato a la presidencia al medallista olímpico Jefferson Pérez. Es cierto que es una persona intachable, correcta en muchísimos aspectos y ejemplo de superación. No obstante, uno se pregunta si un deportista es la persona más apropiada para dirigir un país, mucho más cuando la situación es sumamente delicada en términos económicos, políticos y sociales.
A más de ello, veo con preocupación que la prioridad de los actores políticos sean las candidaturas y no las propuestas programáticas de lo que van a hacer si logran la presidencia y una representación en la Asamblea Nacional.
La política y los políticos no se han renovado. Discurren entre las viejas prácticas del pasado y los vicios, vanidades y ambiciones personales del presente.