Andrés Manuel López Obrador, de la coalición “Juntos Haremos Historia”, acaba de ganar de manera contundente las elecciones presidenciales en México. Obtuvo el 54,6% de los votos, con una diferencia superior a los 30 puntos de ventaja sobre su inmediato seguidor, Ricardo Anaya (22%) y de 38,6% sobre José Antonio Meade (16%).
Su triunfo ha generado un tsunami político en México. Básicamente por el temor de que pueda instaurarse un modelo político similar al de Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua o Bolivia. Modelos que, luego de los años, han perdido espacio por el fracaso en términos de democracia, garantía de derechos, manejo de la economía y, sobre todo, lucha contra la corrupción.
En México, prácticamente todos los presidentes, desde el inicio del predominio del PRI en 1929, han sido de derecha o de centro. Desde esa época solo ha existido un gobierno de izquierda. Fue el de Lázaro Cárdenas, de 1934 a 1940.
Es la tercera vez que López Obrador participa en las presidenciales y ha sido más moderado. Ha tomado distancia de posturas radicales de izquierda que en el pasado generaron mucho temor en el empresariado y prefirió concentrarse en dos aspectos: lucha contra la corrupción y la violencia.
Actualmente los niveles de corrupción en México son alarmantes. Esto ha provocado que ingentes recursos del Estado hayan sido dilapidados por prácticas poco transparentes e incluso ha favorecido para que el crimen organizado y el narcotráfico hayan tenido un incremento importante. Las luchas entre los carteles de la droga dejan anualmente miles de muertos.
A diferencia de lo que podrían sostener otros analistas, considero que en México no se va a dar lo que se podría llamar como un “giro a la izquierda”. En primer lugar, López Obrador gana no por mantener un discurso de izquierda sino más bien amplio (hasta cierto punto general y vago) de centro. El tema de la corrupción y la violencia es un guante que les calza a todos.
En segundo lugar, este giro político en México se explica por el rotundo fracaso del gobierno priista de Enrique Peña Nieto. Ha sido nulo en muchos aspectos. Esto ha generado un clima generalizado de hartazgo con este gobierno y hasta cierto punto con los partidos tradicionales.
En tercer lugar, no se puede hablar de un triunfo de un partido o coalición de izquierda ya quese dio una especie de confluencia de diferentes corrientes. La coalición “Juntos Haremos Historia” se formó con el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) de López Obrador, el Partido del Trabajo (de tendencia socialista) y el movimiento político Encuentro Social, evangelista y de carácter ultraconservador. Algo parecido ocurrió con la coalición de Ricardo Anaya (el PAN de derecha, el PRD de izquierda y Movimiento Ciudadano) y la del candidato José Antonio Meade (PRI, Partido Verde y Nueva Alianza).
Veamos cómo avanza López Obrador hasta su posesión, el 1 de diciembre.