El Ecuador sigue siendo un país donde se vulneran a diario los derechos humanos, especialmente de niños y adolescentes.
De acuerdo a datos que maneja el Ministerio de Inclusión Social, el 33% de los niños y adolescentes ha sido golpeado dentro de sus hogares cuando no obedece o comete alguna falta. La vulneración de sus derechos no solo se da a través de golpes, maltratos o palizas. También son sometidos a encierros, baños de agua fría, privaciones de comida e incluso expulsión de sus hogares.
Pero esto no se queda ahí. La violencia también se da en las instituciones educativas. Desde el 2014, este ministerio ha registrado cerca de 922 casos de maltrato en planteles tanto públicos como privados.
Hace pocos meses se hicieron públicos varios casos de abuso sexual perpetrados por profesores a estudiantes en varias instituciones educativas. Posiblemente el que más conmocionó a la opinión pública fue el del colegio público Réplica Aguirre Abad en Guayaquil. A más de los actos reprochables de violencia sexual, uno de los aspectos que más indignó fue que esto se dio en repetidas ocasiones a vista y paciencia de las propias autoridades del colegio. Cuando los padres de familia hicieron las denuncias, las autoridades del ministerio de Educación aplicaron multas irrisorias o suspendieron temporalmente a los profesores. Luego, se archivaron los casos, sin poner en conocimiento de la Fiscalía.
Hoy llama la atención un caso de maltrato físico. Se trata de un inspector del Instituto Nacional Mejía. En una suerte de fiel intérprete de las normas internas del plantel, de justiciero, de formador de estudiantes y futuros “hombres de bien”, de dueño de la verdad, de guardián de los valores de la sociedad e incluso de “segundo padre”, ha sometido a golpes a varios estudiantes.
En esta ocasión las autoridades del Ministerio de Educación han actuado de inmediato y como corresponde. Lo que sorprende es que en lugar de existir una reacción de repudio por parte de las autoridades del colegio y de ciertos padres de familia, haya sucedido todo lo contrario.
Respaldan al inspector y exigen que el ministerio revise la sanción para que pueda reintegrarse a sus labores. El argumento es que ésta persona es un “referente de disciplina, valor y cariño a los estudiantes”.
Algo pasa en el Ecuador. Me cuesta pensar que todavía hoy, en pleno siglo XXI, se siga pensando que la violencia y el maltrato es la mejor forma de educar a nuestros niños. Me horrorizo cuando escucho relatos de padres que dicen que es muestra de cariño. Si en los hogares está generalizada la creencia de que con el maltrato se educa, las instituciones educativas no deberían ser el reflejo de las taras que todavía tiene la sociedad. Nuestros niños deberían saber que tienen derechos pero también obligaciones. De ahí la importancia de formar en derechos humanos. Eso nos volverá más humanos. No más bárbaros, violentos y salvajes.