La medicina es una profesión que exige sacrificio y esfuerzo permanentes. Está ligada estrechamente a la ciencia, a la investigación y al humanismo, conjuga estudio intenso y permanente con entrega y amor a todos los individuos.
La medicina es un verdadero apostolado impulsado por una vocación férrea, sustento permanente, de un espíritu generoso y abnegado que acepta lo hermoso, lo desagradable y lo detestable de la anatomía y fisiología de las personas sanas, de las enfermas y de las convalecientes.
El médico no debe, ni puede aceptar límites, ni obstáculos para ejercer obligatoriamente su servicio al que lo necesite, sin contemplar diferencias de raza, sexo, educación, situación económica, amistad o enemistad, coincidencias o diferencias políticas.
Los enemigos del médico son la enfermedad y las causas que la producen: los combate con su sabiduría, revestido de un escudo de cariño, tolerancia y comprensión a todo ser doliente.
Quien adornó su existencia con estas capacidades fue el doctor Leonardo Pazmiño Narváez, médico quiteño, que vivió su infancia en Babahoyo y que volvió a la capital para cursar la secundaria en el Colegio Mejía.
Pazmiño se formó como médico-cirujano en la Facultad de Medicina de la Universidad Central del Ecuador y alcanzó el título de Especialista en Medicina Crítica y Terapia Intensiva en la Universidad Complutense de Madrid.
Luego obtuvo el maestría en Gestión de Centros y Servicios de Salud en la Universidad de Barcelona, España.
Deseoso de servir a su gente y elevar el nivel de la medicina nacional, regresó, pletórico de conocimientos e ilusiones, para ejercer brillantemente su especialidad de intensivista en varios hospitales y clínicas públicas y privadas y para dirigir, con su preparación de master, al Hospital público más grande del País, el Eugenio Espejo. Destacó por su pulcritud y acrisolada capacidad, que permanecen como huella indeleble de su inolvidable gestión.
Fue científico y maestro, publicó innumerables trabajos en revistas nacionales y extranjeras. Estuvo afiliado a muchas sociedades científicas del país y del extranjero. Participó en incontables foros como conferencista.
Formó médicos como profesor de medicina interna y coordinó el posgrado de Medicina Crítica y Terapia Intensiva de la Universidad Central del Ecuador.
Durante 35 años salvó muchas vidas y pulió discípulos. El doctor Pazmiño honró verdaderamente a la medicina, a la docencia, al país y a la ética profesional.
Gracias por su monumental aporte.
Paz en su tumba, inmortal doctor Leonardo Pazmiño.