Miseria y dictadura es el gran legado dejado por Chávez cinco años y medio después de su muerte. Tanto dolor para nada y nada más que dolor. A los dolores de antes se suman ahora los tres millones de venezolanos que circulan por el mundo a la deriva sin saber muy bien qué les espera, pero convencidos de que nada será peor que quedarse en casa llenos de hambre y de hastío. Para muchos venezolanos el último salvavidas que les queda son las remesas. Desaparecida la clase media y aplastada la clase popular, el dinero del exterior funciona de forma muy parecida a los dólares en Cuba, el otro territorio de la “felicidad suprema”: quien tiene pesos convertibles o dólares vive mejor, pero quien sólo cobra pesos cubanos o bolívares soberanos, sobrevive a duras penas. En Venezuela, al día de hoy, más del 75% de los hogares tienen un familiar en el exterior. Algo significará… Pero parece que el único que no se entera es Maduro, experto en desconocer lo que no le interesa, a él y a los demás secuaces de la banda.
El panorama se vuelve desolador. El régimen ha puesto al sector castrense al frente de la economía, las finanzas, la producción de Petróleos de Venezuela y el Arco Minero. Al mismo tiempo ha metido en la cárcel a cualquier militar disidente. La exaltación de Chávez, al que aún se venera como “comandante eterno” comparte cancha con las medidas represivas y aplastar posibles rebeliones en las calles o el descontento en los cuarteles.
En lo social, la severa crisis económica está detrás de la hambruna, del racionamiento, de la carestía de los alimentos, de la escasez de las medicinas y del éxodo de millones. Hoy, más del 60% de los jóvenes del país quiere abandonarlo para buscar trabajo en otro sitio y enviar alguna humilde remesa a los suyos.
Me conduelo con nuestros hermanos y me pregunto qué más podemos hacer en su favor. La falta de conciencia de sus dirigentes y las cifras económicas no dejan resquicio a la esperanza. Con una inflación del 2.700 % en 2017 y de 13.000 % en 2018 y una caída de la economía de más del 15 % del PIB, la hiperinflación está desesperando y matando de hambre a los venezolanos. Los precios tienen pocas horas de duración y apenas quedan activas unas 2.000 empresas de las 260.000 que había cuando Chávez tomó el poder. ¿Habrá alguien que proponga al inefable Maduro para Nobel de Economía?
Da la sensación de que Maduro y su clase dirigente se lo pasan de maravilla entretenidos en un juego de subsistencia en el que todo vale con tal de ganar y mantenerse en el poder. El rollo patatero de la confabulación del imperio y de los enemigos de la patria no se lo cree ya ni el pajarito. Termino con dos sugerencias: Una a nuestro gobierno: ante Venezuela y Nicaragua, ubíquense con claridad y denuncien con fuerza sus desmanes. Otra al señor (sic) Maduro: Váyase. Pero ya.