Lo de la niña abusada y secuestrada en Sucumbíos, lo de los centenares de estudiantes agredidos sexualmente y maltratados, son los dolorosos espejos en los que nos vimos estos días: un Estado ineficiente y patriarcal, y una sociedad que ha naturalizado la violencia. Pero también hombres y mujeres arribistas y racistas en todas las clases sociales, particularmente en las elites.
Para estas, con “sangre azul e hispana”, el indio “sucio y borracho” era el freno para el país. Durante mucho tiempo, en todo el siglo XX, las Cámaras en sus escritos, los ministros en sus informes, se repetía el estigma que se metió en la cabeza de los ecuatorianos: “indio” como mala palabra e insulto.
La Cámara de Agricultura en 1938 señalaba que el indio “es un factor negativo por su resignada miseria: no tiene ambiciones, no tiene otras necesidades que las elementales fisiológicas… No tiene conciencia de la economía, ni sentimiento de la responsabilidad”.
Entonces, la única salida para que indio aportara a la modernización de la “Patria” era que dejara de ser indio. Debía “civilizarse”, “blanquearse”, incorporarse al Estado nacional y a la sociedad blanco-mestiza. Esa fue la primera misión de la escuela rural ecuatoriana desde los 1930: el blanqueamiento de los indígenas, “su redención”.
Tal proyecto educativo homogeneizante profundizó su sentido racista y excluyente desde los años 1930, pero en los 1980 se empezó a fracturar, llegando a hacer crisis en los 90, con la irrupción triunfante del movimiento indígena, cuyas tesis centrales fueron la instalación de la Educación Intercultural Bilingüe (EIB) y el cuestionamiento al Estado Nacional, a través de la propuesta del Estado plurinacional. El Ecuador empezaría a reconocer que es un país diverso, que los indígenas son también ciudadanos, con derechos a su cultura, identidad y lengua.
Con no pocas dificultades la EIB avanzó hasta 2007. Mas desde allí, la revolución ciudadana de Correa, con discurso modernizante y “meritocrático”, repotenció el modelo educativo homogeneizante y excluyente. La EIB fue profundamente debilitada y el cierre de escuelas rurales no solo afectó a los niños sino que liquidó a muchas comunidades, en acto de abierto etnocidio.
En el último año, la Conaie recoloca en su agenda política de incidencia el tema educativo. El presidente Moreno acoge los pedidos del movimiento indígena. Se crea una Secretaría para fortalecer la EIB, entre otras medidas. Con esto se abre también la gran oportunidad para que la sociedad ecuatoriana se interculturalice. Que acoja y desarrolle los principios de la filosofía de los pueblos originarios, como la reciprocidad, solidaridad y complementariedad, que tanto nos hacen falta para enfrentar la violencia y la sumisión que llevamos dentro. Y así, tener otro espejo.