Qué agradable ver la promoción de una universidad de la categoría A, ofreciendo un curso de post grado online. Hasta hace poco, esto era inadmisible en el mundo académico provinciano y neocolonial como el nuestro: observar este tipo de oferta educativa que era concebida como de tercera por el régimen “meritocrático” y competitivo de la revolución ciudadana.
El equipo reformadores que crearon el mayor despilfarro académico de América Latina en Urcuquí, pensaron que calidad educativa estaba relacionada con la presencia física en las aulas. Si no eras graduado en la modalidad presencial tu máster o tu doctorado no valían. Tales títulos no eran (¿ni son?) reconocidos por el Estado.
Nunca entendieron la complejidad del concepto de calidad y lo redujeron a una modalidad de enseñanza. En su ceguera no vieron la revolución y cambio civilizatorio que experimenta la humanidad en las últimas décadas: la vertiginosa producción y circulación del conocimiento y de la información. Se habla de la cuarta revolución industrial, de la robotización, de la realidad virtual, de las redes planetarias de científicos, docentes, universidades, estudiantes colaborando en la generación de nuevos conocimientos científicos, tecnologías y culturas.
Se ha viabilizado como nunca antes en la historia la construcción y difusión colectiva de datos y saberes: Wikipedia es un ejemplo de esto, cientos de científicos, gratuitamente, aportando a la edificación de un conocimiento universal y común.
En tales circunstancias, el viejo concepto de aula cerrada en sus cuatro paredes es dramáticamente obsoleto. Esa aula de yo, mis compañeros y mi profesor, es romántica y vigente para ciertos aspectos importantes de socialización, pero es insuficiente. Por ahora a través del internet los espacios de aprendizaje se han ampliado y multiplicado. Estudiantes y profesores de un país o región, comparten proyectos de investigación con estudiantes y profesores de otro lugar del planeta. Y no solo abordan temas científicos, sino que crean interculturalidad, valores y relaciones armónicas y de paz a través del trabajo colaborativo en redes.
Por esto, la oferta educativa de prestigiosas universidades del mundo se abre hacia el uso intensivo de plataformas informáticas de enseñanza-aprendizaje online, que no solo potencian los instrumentos didácticos, sino que ayudan a universalizar el acceso a una educación de calidad, bandera de los Derechos Humanos y de la democratización del conocimiento. Por esto el acceso a internet debe elevarse a derecho humano.
Grave error del correato al haber estigmatizado a la educación online y a distancia. Es cierto que algunas propuestas de este tipo fueron pésimas. También lo fueron muchas presenciales. Pero nadie quita alta calidad que se puede entregar en una u otra modalidad.