Sin sorpresa alguna y como era esperado, los cubanos radicados en Miami celebraron la muerte del Comandante Fidel Castro Ruz, con alegría desmedida, salieron a las calles a expresar su regocijo y a indicar que ha terminado un periodo oscuro para su amada Cuba.
Por otro lado, sus discípulos, Maduro , Evo, Correa, Ortega y otros, han expresado su profunda consternación por la partida de su referente ideológico. Así mismo, alguna proporción del pueblo cubano que en muchos de sus nacionales tienen cariño y gratitud a su Comandante, han llorado su partida.
Personas prominentes, presidentes de países, secretarios generales de organismos internacionales, monarcas, políticos y la comunidad en general han expresado sus condolencias de manera sentida y otros con más diplomacia que sentimiento, pero en definitiva con admiración y respeto.
En mi caso particular no puedo festejar su muerte, ni tampoco sentirme parte de los que están afligidos, ya que no comparto ni el modelo de Cuba, ni la coerción en ese país para sostener un régimen por más de 57 años.
Ni de fiesta, ni de duelo, pero si despido a quien transitó por Cuba, Latinoamérica y el mundo, siendo noticia y sobretodo siendo parte de la historia del siglo veinte.
Pocas personas pueden permanecer en el poder por un periodo tan largo, en un mundo donde la democracia, la información, los derechos humanos, las interacciones nacionales, el comercio y las relaciones diplomáticas son parte del desarrollo del mismo.
Extremadamente inteligente con una capacidad sobresaliente para influir y convocar el favor popular, con un don de palabra que muy pocos tienen y que no veremos con frecuencia en el futuro. Ser parte de la historia en un evento de proporciones mayúsculas, como fue la crisis de los misiles, sostener un país con un embargo, bien merecido, que luego lo convirtió en su bandera de lucha para captar el apoyo de su pueblo y de sus amigos de ideología. Influir en la política Latinoamericana, apoyar en Angola, Argelia y Bolivia en su intento por transitar el camino al comunismo, solo puede ser gestionado por una persona que va más allá de lo corriente.
Los seudo-gringos de Little Habana, sus apasionados adoradores y el mundo entero lo recordará, ya que Fidel estuvo presente, influyó, atemorizó, dialogó, manipuló, impactó y convenció, pero principalmente lideró.
Cada quien determinará como recordarlo. Para mí queda la imagen de un Líder impactante que vivió equivocado, que aplicó un modelo económico y político incorrecto, que utilizó tanto cuanto pudo para sostenerlo, afectando el desarrollo de un pueblo, su autoestima, su capacidad de emprendimiento y su libertad, pero que se mantuvo incólume en sus objetivos a pesar de los grandes obstáculos que se presentaron para lograrlo.