En una campaña electoral pasada, uno de los candidatos suspendió la entrevista que había aceptado porque no le gustaron las preguntas. Cuando le consulté por qué temía contestar preguntas, me respondió: Si usted me pregunta: ¿pagará la deuda del IESS cuando llegue al gobierno? y le digo que sí, quedaré como mentiroso porque no podré pagar la deuda; pero si le digo que no, será imposible que gane la elección.
Así era en el pasado; ahora tenemos un partido que negó la deuda del IESS, eliminó la contribución del 40% de las pensiones que asumía el Estado, pasó los fondos de una cuenta a otra, llenó las oficinas de empleados, tomó el control de la Seguridad Social; y pretende ganar las elecciones. No es que ahora se haya tomado partido por la transparencia, es que ahora se ha perfeccionado el arte de persuadir a la muchedumbre con la publicidad; pero continúan eludiendo la obligación de contestar las preguntas.
Los candidatos, y los mandatarios, prefieren ahora el monólogo o las preguntas de periodistas alineados. No quieren hablar de ciertos temas y se ajustan a declaraciones “políticamente correctas” o electoralmente útiles. La culpa no es solo de los candidatos, hay que reconocerlo, es también del electorado que prefiere escuchar mentiras edulcoradas que amargas verdades y elige aventureros demagogos para después arrepentirse cuando los paraísos ofrecidos se convierten en infiernos.
La democracia exige electores bien informados y conscientes de la realidad, no rebaños acarreados a las urnas.
Si los candidatos, por razones electorales, no tomarán la iniciativa de plantear los asuntos políticos con descarnado realismo, entonces tiene que hacerlo la sociedad.
El debate político debe cambiar los ejes y, comenzando con una dinámica horizontal, llegar hasta los candidatos o los mandatarios elegidos.
La Cámara de Comercio de Quito ha tomado una de las iniciativas planteando once temas para el debate.
No son propuesta definitivas, señala, sino un punto de partida que se puede corregir, ampliar, eliminar o mejorar con la participación de todos, de cualquiera que coincida o discrepe para, modificando con el concurso de los participantes, alcanzar algún consenso sobre las vías a seguir para la recuperación.
Los temas propuestos van desde la transparencia en las cifras, los datos y la contabilidad nacional, hasta la propuesta de un Ecuador como potencia agroindustrial.
la iniciativa plantea un programa de defensa del empleo y otro de asistencia a los más pobres; una propuesta de recuperación de la seguridad social y otra de recuperación dela institucionalidad; la educación para el emprendimiento y varias sugerencias para la recuperación económica. Los temas no son los importantes, ni quién haya tomado la iniciativa, lo importante es la participación en el debate; es hora de hacernos todos responsables de la política.