Usualmente son peores que las mentiras absolutas, porque teniendo algo de verdad inducen a falsedades en los resultados o conclusiones.
Del resumen de la sabatina 500, de noviembre 15, 2016, leo que el Presidente afirma que la corrupción en Petroecuador viene de personas que trabajaban en esa entidad aun antes de ese gobierno. Verdad que algunos son de épocas anteriores, pero en cargos inferiores, sin capacidad alguna de decidir. Este gobierno los hizo suyos, dependientes del Vicepresidente Jorge Glas en los últimos años.
Un auto engaño del gobernante Correa fue entregarle por un tiempo a la Fuerza Naval el manejo de la empresa petrolera, inclusive violando la Constitución como, en su momento, se denunció. Y no que la corrupción haya venido por la Fuerza Naval, sino que aquello quedó como un episodio de utilización de las Fuerzas Armadas.
En contratación pública, el actual gobierno, desde el 2007, arrasó con normativas que podían evitar las condiciones proclives a la corrupción que se ha dado en la década, no sólo en Petroecuador, entre éstas las relativas a los pronunciamientos pre-contractuales de la Contraloría y la Procuraduría. El martes 18 de noviembre, en Ecuavisa, explícitamente, Enrique Pita, Presidente de la Federación Nacional de Cámaras de la Construcción, denunció las prácticas de extorsión en el sector público ecuatoriano.
Señala el Presidente Correa que hasta en China hay corrupción, aun cuando hay pena de muerte. Sobre ese país, la percepción es de profunda corrupción la que se desnuda sólo cuando sus actores y beneficiarios caen en desgracia de los gobernantes. Semanas atrás, el gobierno chino armó un reality show en el que varios de los tachados de corruptos fueron exhibidos como forma de castigo.
En educación, Correa mencionó lo de las “escuelas de milenio”, proyectos constructivos costosos, con problemas funcionales, por eso la calificación de Lenín Moreno en el sentido de que son “bonitos”, pero “elefantes blancos”.
También en educación, Correa mencionó lo de las “universidades emblemáticas” creadas por él, con elevada inversión, así como el caso de los becarios en el exterior e hizo otras singularizaciones.
Ignora el Presidente el castigo a miles y miles de bachilleres de planteles públicos rechazados para su ingreso a las universidades del Estado, rechazo injusto y afrentoso por la indebida estructura de la prueba que se toma a nivel nacional, a más de problemas de calidad no atendidos en la década. Los padres de esos jóvenes no tienen dinero para universidades privadas. Sus hijos o se quedan sin estudiar o tienen que asumir oficios que no corresponden a lo que aspiraban. Y, como están marcados por el rechazo, también se les hace difícil conseguir trabajo.