La noticia que llegaba ayer desde España daba cuenta de un dato insólito. Dos de los tres jueces de un tribunal dejaron libres temporalmente a los de la manada.
Los cinco jóvenes fueron acusados y sentenciados en primera instancia a nueve años de prisión. Ellos (entre los que se cuenta un militar y un guardia civil, encargado de cuidar ‘el orden’) fueron imputados por una violación a una mujer durante las fiestas de San Fermín en el año 2016.
Pero los sentenciados saldrán libres hasta que no opere la prisión en firme, una vez agotadas las instancias y quienes actuaron en manada tendrán el derecho consagrado: presunción de inocencia. El caso conmovió a la conciencia colectiva y en estos tiempos de sana reivindicación de los derechos, de lucha por la integridad física y sicológica, contra las taras machistas y la igualdad de género y reconocimiento de la diversidad.
El derecho de la presunción de inocencia y el respeto a una defensa justa y el debido proceso es inherente a la condición ciudadana y no una graciosa concesión que emana y desciende del poder.
Esos mismos derechos, consagrados en las democracias civilizadas fueron arrebatados a los ciudadanos libres y críticos durante la década oprobiosa del poder concentrado que vivió el Ecuador, y para colmo, todo operó a nombre de un cambio ‘quirúrgico’ que parecía indispensable y que terminó conquistando el voto popular por medio de la gigante y mentirosa propaganda para conculcar derechos.
Personas insultadas con frecuencia, derechos colectivos bloqueados, decenas de juicios a dirigentes populares, el derecho a la libre información y opinión cancelado y, como telón de fondo, la falacia histórica: ‘ meterle las manos a la justicia’.
Y sí que lo hicieron abusando de la buena voluntad de la gente que en efecto quería que cambie la justicia, para que sea para todos y se administre de forma imparcial, sin palancas, dinero ni influencia política que tanto daño le hizo en el pasado a la gente.
La metida de manos cambio jueces, construyó sistemas, atemorizó a los abogados y a la ciudadanos y siguió de modo obediente los ‘dictámenes previos y acusaciones de las sabatinas’ sin que los operadores de justicia se atrevan a dar la contraria al poder omnímodo que se construyó.
Hoy, esa misma justicia, ya sin la espada de Damocles, investiga y sentencia, varios altos cargos están presos y tienen causas en su contra por el manejo dispendioso y hasta corrupto de los dineros públicos.
Como si la audacia no hubiese tenido límites los presuntos delitos de seguridad empiezan a aflorar.
Los dueños de la justicia hasta hace poco reniegan de ella, y aluden a persecución política. Como lo hacen en otros países los imputados ‘Lulas’ y los señalados ‘Kirchner’.
Hoy, que la tortilla se da vuelta, debemos esperar que se enjuicie sin venganza. Y la ‘manada’ del siglo XXI que arremetía contra todo, se acostumbre a acatar la ley que juraron defender en nombre del pueblo.