Christian Jelen, en ‘La ceguera voluntaria’, basándose en testimonios coincidentes obtenidos en diversas fuentes, luego de probar que los socialistas franceses conocieron desde el principio las características totalitarias del sistema bolchevique -“policial, terrorista, asesino, guerrero, enemigo de todas las libertades, reaccionario y avasallador”-, se interrogaba sobre las razones que tuvieron para impulsar un proceso de ocultamiento, deformación y mitificación. Esa actitud “se debió a la angustia y a la voluntad de huida ante la insoportable idea de que el socialismo podía propagar la muerte. Durante más de cincuenta años, los más ilustres intelectuales han dado prueba de una formidable capacidad de olvido…”.
En ese sentido, ¿qué clase de identidad -me he preguntado- puede haber entre el pensamiento de Simón Bolívar y el ‘socialismo del siglo XXI’, ese pastiche político amorfo e inconcreto? He leído, desde hace ya muchos años, en la edición de Vicente Lecuna, los escritos del caraqueño: entre las lecturas que menciona -Locke, Hobbes, Helvecio, Montesquieu, Voltaire y, en especial, Rousseau- no figura la de ningún socialista. Nunca nombra a Fourier, Owen o Saint-Simon. Es obvio que tampoco conoció a Proudhon, que nació en 1809 y cuyas obras más difundida, ‘¿Qué es la propiedad?’ y ‘Filosofía de la miseria’, se publicaron en 1840 y 1846, cuando Bolívar ya había muerto. El ‘Manifiesto comunista’, de Marx y Engels, apareció después, en 1848.
Hace algún tiempo, sectores de la autoproclamada ‘izquierda’ ecuatoriana pretendieron apropiarse -como hoy de la de Alfaro- de la memoria de Montalvo. La afirmación de que su pensamiento lo acercaba a los socialistas utópicos, o de que fue “uno de los adelantados del pensamiento marxista”, constituyó una manipulación inaceptable. La verdad histórica es otra: Montalvo no fue socialista. En todos sus libros, desde ‘El Cosmopolita’ hasta ‘El Espectador’, su actitud hacia el socialismo fue negativa y de abierto y radical rechazo. El socialismo y el comunismo -escribió- son “azotes de las sociedades modernas”, tienen su “cuna en el despotismo” y amenazan “de muerte a personas e instituciones”.
¿Y José Martí? ¿Cómo puede vincularse su pensamiento con el castrismo totalitario? En ‘Tumbas sin sosiego’, Rafael Rojas, historiador cubano exiliado en México, comenta un artículo sobre Herbert Spencer. A fin de evitar equívocos y por el corto espacio de que dispongo, transcribo el párrafo: “La verdadera ruptura con el legado martiano” (sus ideas liberales, democráticas y nacionalistas) “se produjo en 1961 y, sobre todo, en 1976, al refrendar constitucionalmente el régimen comunista. Martí, tan temprano como en 1884, se refirió al comunismo como una ‘futura esclavitud’, en la que predominaría el ‘funcionarismo autocrático’ y en la que ‘el hombre, de ser siervo de sí mismo, pasaría a ser siervo del Estado’”.
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