Unasur y la corrupción

Fue Simón Bolívar el primero que planteó, en medio de las luchas de la Independencia, la necesidad de la integración de nuestros pueblos. Y esa consigna sigue vigente. Germánico Salgado, uno de nuestros grandes pensadores, sostenía que para avanzar en el proceso integracionista, el Pacto Andino debía ser un eslabón de la integración sudamericana.

Por ello, la formación de la “Unión de Naciones Sudamericanas”, Unasur, fue vista con esperanza, como la oportunidad para formar un gran bloque de países con significativa presencia a escala mundial. Pero esta gran iniciativa terminó mal, como instrumento de las políticas internacionales del chavismo. Su último secretario general, Ernesto Samper, por ejemplo, en vez de promover la integración sudamericana, actuaba como vocero de Nicolás Maduro o invitado de segunda en las reuniones del correísmo.

A estas alturas, Unasur agoniza, pero deja al Ecuador varios problemas. Uno es el edificio construido en la mitad del mundo para entregarlo al organismo internacional. Ese “elefante blanco”, con un diseño estrambótico que nada tiene que ver con las tradiciones andinas y sudamericanas, es la construcción más cara de la historia del Ecuador. Costó USD 45´815.247,63, una cifra record, injustificable técnicamente.

Para tener una idea del enorme sobreprecio del edificio, daré un ejemplo. Cuando quiso asaltar la Universidad Andina Simón Bolívar, Correa dijo que allí había irregularidades. Mandó la Contraloría que estableció que el costo del edificio destinando a la Biblioteca, de mayor tamaño y complejidad que el de Unasur y que se construyó al mismo tiempo, fue USD 15´130.673,31, es decir USD 700,01 por metro.

Este costo/metro de alrededor de 700 dólares es lo esperable desde la perspectiva técnica. Pero el edificio de Unasur costó USD 2.345,53 por metro, es decir, más de tres veces que una construcción académica de gran calidad. Pero otras construcciones del correísmo también tienen ruidosos sobreprecios. La famosa plataforma norte costó USD 197´975.643,58, que se inundó apenas inaugurada, tuvo un costo de USD 1.519,80 por metro, es decir, el doble de lo que costaron construcciones.

Otro problema es el destino del edificio. Entregarlo a la Conaie para la universidad indígena sería un pésimo negocio para esa renaciente institución, por su mínima utilidad académica y el costo de mantenimiento. Quizá su mejor destino sea ser museo. Pero ese problema es menor que buscar, como tiene que hacerlo el Ecuador junto a los demás países latinoamericanos, un camino viable de integración, precisamente en un momento de la historia en que se forman grandes bloques para enfrentar las nuevas realidades del mundo.

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