Escribir semanalmente una columna en EL COMERCIO significa tener una tribuna nacional importante. Pero también es una gran responsabilidad. Poder presentar a los lectores un espacio dedicado a la opinión, al comentario sobre la vida política y cultural del país, poder hacer aportes en diversos campos, así como críticas y denuncias sobre la realidad, es un privilegio que debe ser asumido pensando sobre todo en la patria y su gente.
Así lo he considerado desde 1982 en que fui invitado a escribir en este Diario. Y he tratado de hacerlo con plena libertad de conciencia, pensando sobre todo en la gente. Desde luego que no me toca a mí establecer si he tenido éxito en este empeño, pero por mi parte si puedo declarar que en esta ya larga trayectoria he podido impulsar grandes proyectos con impacto de largo plazo, sobre todo culturales, así como iniciativas de corte educativo. He planteado tesis recurrentes sobre consolidación de la identidad nacional, interpretación histórica, reforma política y política internacional. He comentado libros, he dado la bienvenida a numerosas iniciativas y he planteado críticas, duras a veces, al poder y sus excesos.
Y todo ello he podido hacerlo, lo reconozco una vez más paladinamente, con total libertad. No se han limitado mis opiniones ni censurado total o parcialmente mis posturas. Esa es la tradición de este Diario, que puedo certificar al cabo de treinta y cuatro años de haber colaborado en sus páginas.
He traído este asunto a cuento porque desde hoy suspenderé mi colaboración semanal en esta página debido a que he aceptado ser candidato a legislador por mi provincia de Imbabura. Este es un acto de respeto a los lectores que los columnistas de este Diario han mantenido en sus participaciones electorales y yo mismo he practicado en ocasiones anteriores.
Pondré mi mejor empeño por contribuir al triunfo de la alternativa política de la que formo parte. Y trataré de representar a mis paisanos con eficiencia y afecto. Pero sobre todo debo ratificar que lo más importante de la próxima elección es encontrar una salida para la profunda crisis en que se ha sumido nuestro país, consensuar una reforma constitucional y legal de fondo, así como hallar mecanismos eficientes para parar la corrupción y la impunidad.
Espero aportar a una campaña positiva, con propuestas concretas de solución a los problemas y respeto a la dignidad de las personas. Pero también con una postura indeclinable de crítica abierta de lo que va mal. El pueblo de Imbabura es generoso pero también exigente. Espero estar a la altura de sus expectativas.
“Hay momentos en que callar es mentir”, decía uno de los antiguos doctores. Un esfuerzo político responsable no es aquel que se autoimpone el silencio, sino el que se compromete radicalmente con la verdad. Palabra de honor.