La incursión en la Corte Nacional de Justicia de Ecuador de soldados con sus botas de charol, trajes 4A y palas con estrellas doradas en los hombros es un rezago del Estado militar que rigió al país desde los años setenta y una útil muestra de lo grave que resulta entregar a las Fuerzas Armadas las tareas de seguridad interna.
Las FF.AA. tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía y la integridad territorial. La protección interna y el orden público son responsabilidad de la Policía. La Constitución lo determina (artículo 158).
La irrupción de generales en una audiencia penal de la Corte de Justicia civil no es una anécdota. Desde el retorno a la democracia, las FF.AA. han sido dirimentes en la vida democrática de Ecuador; basta recordar las protestas ciudadanas que desembocaron en el derrocamiento de los presidentes Bucaram (1997), Mahuad (2000) y Gutiérrez (2005) o el respaldo a la gestión de Correa en plena insurrección policial el 30S del 2010.
FF.AA. administran el recurso bélico (soldados, armas) del Estado y, en teoría, deben subordinación al poder civil. ¿Por qué acudir -sin informar a su Comandante en Jefe (civil)- a una audiencia en la Corte que investiga lesa humanidad? Esa Corte procesó a exuniformados por excesos detectados por la Comisión de la Verdad, cuando las FF.AA. intervinieron en seguridad ciudadana contra insurgentes.
La Comisión (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos han sido siempre claras al cuestionar el empleo de militares en tareas exclusivamente policiales: “Las Fuerzas Armadas carecen del entrenamiento adecuado para el control de la seguridad ciudadana, corresponde a una fuerza policial civil, eficiente y respetuosa de los derechos humanos combatir la inseguridad, la delincuencia y la violencia en el ámbito interno”.
Si no rige el Estado militar, hay tiempo para frenar la enmienda a la Constitución que legaliza la participación de las FF.AA. en tareas de seguridad ciudadana. Es una oportunidad para evitar excesos -por el entrenamiento de guerra- y erradicar el ruido de botas en las cortes.