Lenin Moreno es una incógnita. Triunfó, si así lo confirma la autoridad luego de las impugnaciones, en un escenario plagado de dudas y enfrentará una coyuntura social, política y económica minada de problemas.
Su desempeño en campaña, huyendo al debate, con discursos de bajo vuelo y mostrándose más seguidor que líder, abre grandes interrogantes.
La mitad de los votantes se siente defraudada y tiene rabia.
El gobierno y la institucionalidad ecuatoriana, siempre obsecuente a Rafael Correa, se movió a fondo para que Moreno gane.
La actuación del Consejo Nacional Electoral, CNE, los silencios en su página web y la contradicción flagrante entre las encuestas a boca de urna y los resultados oficiales, algo sin precedentes en otras elecciones, cubrieron de sospecha el resultado electoral.
En campaña, al oficialismo no le importó gastar el dinero de los contribuyentes, mentir olímpicamente y agredir a los contrarios. Lenín Moreno conquistó su meta en un clima envenenado, al que contribuyó por acción u omisión.
El verbo triunfante, el festejo, el baile y los cantos desafinados de Moreno y Correa ante sus seguidores, mostraron lo desubicados que están.
No tuvieron ningún decoro ni exhibieron la más mínima actitud republicana frente a la mitad del país que permanece molesto e indignado, que cree que hubo fraude.
Su tesis -según lo refrendan sus actos- es que ellos gobiernan para los suyos y no para el resto, a quienes consideran moralmente inferiores, parte de la oligarquía, la derecha, el imperialismo y demás. Tal como sucede en Venezuela, país al que admiran.
La pregunta es si Moreno, de asumir en mayo, podrá o querrá lidiar con el aparataje de control, censura y propaganda que deja su líder, con la institucionalidad desarmada, la corrupción y la crisis económica a punto de explotar.
¿Se desmarcará de su antecesor y de los cuadros que han demostrado habilidad para ocultar, inventar y perseguir o tendrá un liderazgo propio?
Si piensa honrar su discurso de hombre dialogante que aboga por la paz, deberá remar a contracorriente de su entorno.
Pero además, tendrá que convencer a la mitad del país que él también es su Presidente y que su asunción será justa.
Complicado.
Los verdeflex piden a la mitad del país y al candidato Guillermo Lasso reconocer una derrota, cosa normal en las democracias con independencia de poderes y libertades plenas, pero olvidan que Ecuador no tiene ese sistema.
Hay heridas graves y de cuidado que acompañarán al país cuatro años más.