Desde el ático

Llegó desde un ático en Europa un hombre cargado de odio y ávido de poder a tratar de salvar su legado. La “década ganada” lo llama, pero que no fueron sino 10 años de despilfarro, odio, polarización, persecución, falta de trasparencia, una corrupción rampante e irrespeto a la libre expresión, a la prensa y los DDHH. 10 años en los que, a pesar de que su gobierno dispuso de los mayores ingresos en la historia, el monto de la deuda estatal se cuadriplicó.

Sostiene que su gobierno fue de “manos limpias y corazones ardientes”, pero nunca se vio en el país tantos escándalos de corrupción. Es tanta la podredumbre que incluso quien fuera su segundo al mando, y por quien ha puesto las manos al fuego en cada oportunidad, no solo que es el primer vicepresidente encarcelado y acusado en la historia del país mientras está en el ejercicio de su cargo, sino también que es el funcionario de más alto rango de Latinoamérica que se encuentra en prisión por corrupción.

Pero no sólo eso, funcionarios designados por aquel ex mandatario aparecen cada vez con mayor frecuencia involucrados en actos de corrupción, glosados por la Contraloría o, peor aún, como responsables políticos -al menos- de espantosos y dolorosos casos de abuso de menores ocurridos en la “década ganada”. No obstante, a su sucesor le dijo que le dejaba la “mesa servida”. ¿Delirios o mala fe?

Llego desde el ático pensando que sería recibido como un héroe, pero la realidad le ha golpeado el rostro con crudeza. Tuvo que entrar al país casi a hurtadillas y las huestes que antes lo aclamaban lo han abandonado. Ha perdido el control de su partido y apenas un triste grupúspuculo de demudados obsecuentes secunda sus exabruptos. Tampoco tiene ya el enorme aparato mediático del que se servía para insultar, denigrar, dividir y tratar de imponer su verdad. Ya ni los medios que antes lo alababan quieren tener su incómoda y patética presencia.

A pesar de todo, sigue destilando odio día a día en contra de cualquiera que ose poner en entredicho la extraordinaria labor que cree haber desempeñado, en especial de aquel que le sucedió en el cargo, antes su aliado, pero que, ante el peso de los hechos, ha debido revelar la magnitud del descalabro ocasionado por este supuesto salvador de la patria y sus secuaces.

Se podría seguir enumerando todos los abusos y desatinos que constituyen la herencia de aquel hombre, pero no nos alcanzaría el espacio. Simplemente, tal vez, se pueda ensayar un diagnóstico de su conducta a la luz del estudio de esa enfermedad del poder, el Síndrome de Hybris, que ocasiona en su víctima un narcisismo exacerbado y una distorsión severa de la realidad. En esa línea, ojalé se encuentre con su Némesis, su castigo como consecuencia final a esos actos por los que, en algún momento, deberá responder.

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