El debate sobre el aborto es una guerra de absolutos, como dice Laurence Tribe, que enfrenta casi irreconciliablemente las posiciones de quienes defendemos la libertad de la mujer a elegir y decidir sobre su cuerpo y quienes sostienen que el embrión es un ser humano cuya vida hay que proteger.
En Ecuador la discusión es permanente, pero en los últimos días, con la aprobación en Argentina por la cámara de diputados de una ley que despenaliza el aborto, se ha exacerbado, sobre todo en redes sociales, porque en relación a posibles políticas públicas, no se ha dicho nada recientemente. Lo malo es que en el país el nivel del debate es bastante pobre.
En primer lugar, a diferencia de Argentina o de Uruguay, país en el que el aborto ya está despenalizado, el Ecuador es mayoritariamente conservador, con una oposición a la despenalización del aborto de casi el 80% , sobre todo por razones religiosas, como señala en un estudio reciente el Pew Research Center. Eso es lo primero que viene a empañar la discusión, porque se da más valor a las creencias religiosas que a los hechos científicos.
Lo siguiente es la ignorancia. La gente no se informa de los últimos hallazgos sobre el aborto o el embrión, como tampoco sobre la cantidad y el tipo de mujeres que mueren o quedan lesionadas de por vida en abortos clandestinos cuando éste está penalizado, la mayoría víctimas de violación o de escasos recursos y con poca o ninguna educación sexual. El acusarlas de tener una vida promiscua para luego ir a abortar como si nada es una falacia recurrente en la discusión. Y con tanta información disponible, esa ignorancia es culpable. También son muy usuales las falacias “ad hominen”, como calificar despectivamente de “progres” o de “abortistas” a quienes defendemos la despenalización del aborto o de “curuchupas” a quienes están en la vereda contraria. Ataques que hacen más difícil el llegar a acuerdos. Estoy seguro de que en ambos lados nadie quiere que las mujeres sigan muriendo intentando abortar y tampoco quienes apoyamos la libertad de elegir hacemos campaña para que aborten.
Finalmente, la herramienta más utilizada es el insulto. A partir de un tuit defendiendo el derecho a decidir de las mujeres he recibido tantos que ni siquiera he podido (ni he querido) leer todos. Incluso un asambleísta, medio desconocido, de tercera línea, pero asambleísta al fin, llegó a descalificar mis argumentos por el nombre de usuario de alguien que me retuiteaba.
En todo caso, es bueno que exista un debate, aunque algunos seamos vilipendiados por nuestras posiciones (como seguramente lo seré por este artículo), porque la realidad es que miles de mujeres siguen muriendo en abortos clandestinos y eso es algo que nos debe preocupar a todos, seamos pro-choice o pro-vida.