Las tres economías más grandes del mundo son Estados Unidos, China y Japón, en ese orden. Esos tres países han logrado mantener una política monetaria orientada a preservar el equilibrio entre sus necesidades comerciales y el valor de sus monedas: el Dólar, el Yuan y el Yen, respectivamente.
En el último medio siglo, esos países han crecido y siguen creciendo, impulsados por una política de inversiones en infraestructura que, en parte, ha sido financiada con deuda contratada directamente por cada uno de sus gobiernos.
Con el objeto de guardar cierto equilibrio entre ingresos y gastos, cada país suele mantener esa deuda por debajo de un porcentaje máximo de su Producto Interno Bruto (PIB); porcentaje que es conocido con el nombre de ‘Techo de la Deuda’.
Pero la altura de ese Techo es muy diferente en cada uno de esos países: en Japón alcanza el 250%; en los Estados Unidos es del 108%; y, en China, es de apenas el 37%.
Es decir, mientras que Japón para pagar la deuda adquirida por sus gobiernos, tendría que vender la totalidad de los bienes y servicios que logre producir a lo largo de dos años y medio; los Estados Unidos solo entregaría lo producido en trece meses; y, en el caso de China, esta apenas tendría que entregar lo producido en cuatro meses y medio.
Ante la disparidad en la altura de esos ‘techos’, surge una pregunta: ¿por qué Japón puede elevar su deuda a una altura que casi duplica la altura alcanzada en conjunto por Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del Mundo?
La respuesta a esa pregunta se basa en un simple evento: de cada 100 dólares que adeuda el gobierno del Japón, apenas 5 pertenecen a ciudadanos extranjeros y deben ser pagados en dólares; mientras que los 95 restantes son pagados en yenes a los propios japoneses. En consecuencia, si el Banco Central del Japón induce una imperceptible devaluación del Yen de apenas el 1% trimestral, el gobierno japonés generaría suficientes recursos como para cancelar, por ese año y sin esfuerzo, la totalidad de los intereses de su deuda.
En otras palabras, el ‘Techo de la Deuda’ –tan utilizado en todo el mundo- depende de la combinación de dos circunstancias: el porcentaje de la deuda pública que se encuentre en manos de los residentes de ese país; y, la factibilidad económica que ese país tenga de devaluar su moneda.
Pero como en el Ecuador esa combinación no puede existir – ya que un país dolarizado no puede devaluar- el ‘Techo de la Deuda’ (nuestro famoso 40%) en la práctica es un ‘techo falso’ que no tiene importancia.
Lo que sí es vital para nuestra economía, es la ‘capacidad de pago’ que el gobierno tenga. Y esa ‘capacidad’, lastimosamente, ya está en ‘saldo rojo’.