Cualquiera sea el ganador hay un destino común: administrar una crisis fiscal de magnitudes incalculables; renegociar una deuda externa con récord histórico y la sustitución abierta o encubierta de un sistema de economía estatal a una mixta o de pleno giro liberal. Únicamente se diferenciarán en la estrategia contra los riesgos inmediatos. Ojalá que los primeros 100 días de tolerancia, que se le dan a todo gobierno, sean de pasos firmes y no en busca de refugios ante violentas tempestades.
Un aspecto muy importante es descubrir, en ambos casos, la logística para liberarse de las ataduras que deja el régimen de la década del gatopardismo nacional: “cambiar todo, para que todo quede igual”. El triunfador, si es del bando oficial ojalá esté vacunado o confesado, para resistir al cerco político que empezará por la vicepresidencia, se trasladará a la Asamblea Nacional donde la mayoría marcará el redoble y estar advertido de que los titulares de los organismos de control y la justicia no permitirán ningún desvío que se aparte de las normas del “Corán criollo”.
En el caso de un triunfo del candidato opositor las salidas son más flexibles y posibles, pues dispone de dos instrumentos de difícil aplicación, pero que están a disposición: la muerte cruzada o la convocatoria a una constituyente. En la legislatura anterior la oposición sucumbió sin mayor pataleo ante la mayoría oficial en temas cruciales que solo favorecieron a la concentración del poder. Así el legislativo llegó al extremo de votar temas importantes en un solo debate o abrir la puerta a leyes orgánicas sin cumplir los requisitos constitucionales. Un camino para que sea casi imposible derogarlas o transformarlas. Sin embargo, la oposición cuenta en esta oportunidad con una posible suma de votos de los de Creo con los del PSC – Madera de Guerrero y otros. Una situación compleja por las antecedentes de la campaña donde pudieron mucho y alcanzaron muy poco. Cayeron en el baratillo de ofertas, se olvidaron de Manabí y el terremoto, guardaron las denuncias contra la corrupción y cuando al final las trataron de usar carecieron de una adecuada comunicación para convencer a los votantes. Si triunfan, en el argot religioso corresponderá a un milagro; en el avatar de la suerte a un premio gordo de la lotería y, en la vida social, al triunfo del “menos malo”.
En estas horas finales hay que advertir que el pueblo en esta tragicomedia no es el culpable o solo tiene responsabilidad marginal. Educado en el caldo de cultivo del clientelismo, por primera vez con recursos, fue encandilado. Algunas ofertas fueron cumplidas, aunque con ineficiencia supina como la refinería de El Aromo o la reconstrucción de la de Esmeraldas. Han sido testigos como la oruga de la corrupción se desarrolla hasta convertirse en mariposa que vuela hacia el exterior. No es una ironía, es un símil.