No sé cuántas veces escuche esta frase, no sé cuántas. En momentos y lugares distintos; en el campo, en la ciudad, en el mercado, en media calle… Alguna vez quise intervenir, herida como mujer, herida en nuestra dignidad. Imposible, ni ellas ni ellos te lo permitían. Tampoco recuerdo la cantidad de historias que nos contamos entre amigas sobre el sinnúmero de abusos sexuales intrafamiliares por los que habíamos pasado; de primos y tíos, profesores y curas, amigos de la familia. Es que eran muchos, muchos más de los que te imaginabas. Y todo se mantenía en secreto. Tras el develamiento y el nombrarlo como delito, el feminicidio finalmente es considerado como tal. Ya no puede ser secreto, ni este, ni ningún delito que atente contra nuestros derechos sexuales y de género.
¿Sabíamos, por ejemplo, que en Vindrabán, India, conocida como las ciudad de las viudas, viven mujeres quienes tras su viudez y ya sin funciones al servicio del hombre, no podrán volver a casarse, y sobreviven cantando y mendigando por las calles? Viven en la más sobrecogedora miseria. Santiago Sierra realiza un impactante “cementerio” de fotos de 146 de ellas, de espaldas, la pared incompleta… Grandes cubos, en sus caras “No violarás”, se encuentran dispersos por Quito; la artista Regina José Galindo rememora la obra que hiciera en Guatemala para detener las operaciones de una banda de violadores en la Calzada Roosevelt. El patriarcado y el monoteísmo, como otra forma de violencia, es abordado por la española Cristina Lucas quien con un mazo destroza una copia del Moisés de Miguel Ángel…”El ocaso de los ídolos”, de Nietzche, vuelve a ser puesto en escena. Los silencios frente a la diversidad de violencias sexuales fue, como sabemos, muchas veces apadrinada o cometida por los mismos miembros de la Iglesia. El mural “Milagroso Altar Blasfemo”, del colectivo boliviano Mujeres Creando, no deja de ser un llamado irónico y perversa crítica a la función que ha jugado la institución con sus principales herramientas de control: el altar y las vírgenes-virginidades. Nuria Güell en Medellín y frente a las obras de Botero, recoge decenas de declaraciones sobre la oferta internacional de virginidades, entre otras.
Salgo descompuesta tras ver y vivir esta muestra que presenta el Centro Cultural Metropolitano de Quito: “La intimidad es política” curada por Rosa Martínez. El arte y la literatura, el teatro o el cine social, son (han sido) medios idóneos para remover la basura y podredumbre de las sociedades. En este particular caso esta muestra y la del CAC, “Soy paisaje”-sobre la desobediencia de género-, se alinean con las actuales discusiones y decisiones desde el Estado ecuatoriano. ¡Bravo por ambos!
“Cuando las mujeres avanzamos, ningún hombre retrocede”.